jueves, 29 de abril de 2021

(A GUARDA) Monte Santa Tecla dende as Loucenzas a comenzos de século XX


 Foto de Mariano Jiménez

(A GUARDA) EL Castillo de Santa Cruz por Juan Domínguez Fontela


Es uno de los lugares más encantadores de nuestra villa. Después del incomparable monte de Santa Tecla, nada hay en nuestra comarca tan digno de admiración de propios y extraños como nuestro histórico castillo.

 

            Por indolencia de quienes en el año 1860 regían nuestros destinos municipales, no es hoy este lugar un sitio público de expansión y recreo para el pueblo de La Guardia, que indudablemente merecería las alabanzas de cuantos nos visitasen. Allí podría hacerse, los campos de jugo de sport que en el castillo pudiesen crearse, sería algo grande que daría realce a nuestra villa ¡Que hermoso sitio para festejos populares tendríamos allí!

 

            Vendidos por el estado en dicho año por parcelas la gran planicie del interior (21.000 metros cuadrados) y los terrenos que la rodeaban, por un puñado de pesetas a pagar en plazos irrisorios, ha pasado el castillo por distintos propietarios y, menos mal que su actual propietario D. Ángel González Sobrino, inspirado en el amor a su pueblo, ha restaurado sus murallas y dispuesto algunos sectores para recreo y otros para cultivo agrícola, convirtiendo aquel sitio en una granja digna de ser visitada por el turista y admirada de todos. No es el lucro sino gusto estético el que le guió en esta restauración meritoria.

 

            El emplazamiento de este castillo es en el antiguo Tabolado o Tablado inmediato, como dicen los documentos arcaicos que hemos consultado a Cereijo, Pedregás de Cereixo o Cereixóo, Campos de San Sebastián, Cobas de Cereixo, Chan de Tablado, Camareiro, Bouzó o Bouzóo, Monteira, Carril de Funchidos, Cruz de Tabolado, Cancela de Bouzó, etc. Este último en las obras muertas del Castillo cerca de la Estrada Real. Todos estos nombres figuran en las antiguas demarcaciones del Castillo.

 

            Vamos ahora a hacer la relación histórica del mismo. No tenemos noticias concretas acerca del año en que se erigió el Castillo de Santa Cruz, a pesar de las muchas diligencias que hemos hecho para conseguirlo en varios archivos militares e históricos de España.

 

            El historiador de Vigo D. José de Santiago y Gómez asegura que en La Guardia tuvieron un castillo los Templarios, refiriéndose a éste. Esta noticia carece de todo fundamento, pues si bien estos caballeros fueron señores de La Guardia, no lo fueron bajo el concepto militar, pues, aquí ni bahia tuvieron. De la existencia del Castillo de Santa Cruz en sus días no existe la menor reminiscencia histórica o tradicional.

 

            En unos apuntes manuscritos que conservo, y cuyo autor no puedo precisar, se dice que en un lienzo de la muralla del Colmante de San Sebastián existe una piedra en la que está grabado, con grandes caracteres la fecha 1600, la cual dichos apuntes dicen que es el de la terminación del Castillo. Yo, he recorrido con todo detenimiento todas las murallas de éste, y especialmente los lienzos de aquel baluarte y no encontré tal fecha por ningún lado.



A esta data supongo se refiere la vaga aseveración que hacen Ramón Franco y José Povedano en el folleto “La Guardia. Un recuerdo a Galicia”, página 14, donde se dice: “Castillo de Santa Cruz, construido en tiempos de Felipe III.

 

            En los mismos apuntes, a que he hecho referencia atrás, se reproduce el dibujo de un escudo heráldico timbrado con un dibujo parecido a una corona formada por fajas sobrepuestas, sobre la cual se alzan unas al parecer almenas, estando el campo del escudo ocupado por tres calderas y teniendo en la orla tres aspas. Tampoco he hallado este escudo, a pesar de mis diligencias por estudiarlo. En caso de ser cierta su existencia, pertenecería a algún individuo de las nobles familias de Guzmán, Pacheco u otros en cuyos blasones campean calderas. Si lo fuese prestaría este dato luces para deducir el nombre y la época del Gobernador que intervino en la construcción del Castillo.

 

            La época indudable de la fundación del mismo es la segunda mitad del reinado de Felipe IV, que rigió a España de 1621 a 1665, con motivo de la insurrección de Portugal.

 

            El primer testimonio que tenemos de ello lo consigna el P. M. Gándara en su obra “Nobiliario, Armas y Triunfos de Galicia”, publicado en Madrid en 1677, pero escrito antes de 1661, según consta por las aprobaciones. En dicha obra pág. 632, se consigna la siguiente nota, al hablar de los sacrificios y dispendios hechos por Galicia hasta el año 1659: “En la villa de La Guardia se hizo una Atalaya capaz para 50 hombres, con un foso y estacada; costó 1200 ducados”. Dos páginas antes menciona incidentalmente “la plaza de La Guardia, en la que existía caballería e infantería, con Gobernador”.

 

            Y como en nuestra villa no hay otro castillo con foso y estacada que el de Santa Cruz, aunque lo llame Atalaya, lo cual le conviene a aquél, por su elevada actuación, desde donde observa y vigila perfectamente gran extensión de mar, del río Miño y campiña, es de razón deducir que antes de 1659 estuvo construido este castillo y dentro del período del reinado de Felipe IV, no antes.

 

            En 1665 tuvo el Castillo de Santa Cruz la gesta más importante de su historia como nos lo afirma el Conde de Ericeira en “Historia de Portugal Restaurado”, Vol. LV. La defensa de La Guardia consistía en un fuerte, cuatro baluartes con diez piezas de artillería, 1700 infantes de guarnición y dos compañías de caballos. Nos narra con todo detalle la resistencia que ofreció esta guarnición a los portugueses, durante ocho días, quienes ocuparon esta villa cerca de tres años.

 

            Según Fernández-Villamil en su obra “Juntas del Reino de Galicia”, Tomo III, en el año 1706, al hablar de número de plazas militares en las defensas del Bajo Miño, asigna al castillo de La Guardia una guarnición de 466 hombres, que quedaban bajo el mando del Gobernador de la Plaza, don Martín Álvarez de la Estrella.

 

            El castillo tenía dos entradas: una la Puerta Real y otra la denominada de socorro, frente al mar, que existe todavía. Asimismo cuatro baluartes en los ángulos del castillo conocidos con los nombres de: Santa Tecla, hacia el Colegio de las Carmelitas; La Guía, frente al barrio del mismo nombre; Santa Cruz, frente a Cividanes y San Sebastián en la dirección de Camposantos.

 

            En su interior contaba con edificaciones importantes como la casa del Gobernador, capilla, cuatro cuarteles, carnicería, horno, varios almacenes, etc.

 

           

 Juan Domínguez Fontela


 

viernes, 23 de abril de 2021

(A GUARDA) Responsables das Alfombras Florais do Corpus no Concello, 1998


 

(A GUARDA) “Desembarca en la Ribera de La Guardia un obispo, que muchos creyeron que era el Papa”, por Juan Domínguez Fontela

 

ANÉCDOTA HISTÓRICA LOCAL

“Desembarca en la Ribera de La Guardia un obispo, que muchos creyeron que era el Papa”

Siendo yo novel seminarista, hablando un día con el anciano marinero de nuestro pueblo, D. José Cadilla, todo emocionado me habló de esta manera: Yo llevé al mismo Papa sobre mis hombros. Preguntándole si esto había sido en Roma, o en otro pueblo de Italia, me contestó: No fue aquí mismo en La Guardia, en la Ribera de nuestro puerto, por encima de los xeisos”Verás era un mozo que aún no había ingresado en el servicio de la armada. Una tarde en que regresábamos con nuestro volanteiro de la pesca, vino hacia nosotros un quechemarín que hizo señas para que parásemos. Al detenernos, el capitán de éste preguntó a nuestro patrón si éramos de La Guardia. Enterado de que lo éramos, el capitán, habló unas palabras con él secretamente, y seguidamente se amarraron ambos barcos y vinimos juntos hasta donde largo remando con mucha calma porque se dio orden de no llegar a La Guardia mientras fuese día. Pasamos inmediatamente que llegamos frente al baloeiro, y entonces salieron del quechemarín dos sacerdotes que pasaron a nuestro volanteiro. Llegamos con este a la ribera cuando era cerrada ya la noche, y como no había muelle, salté yo primero, y tomé en mis brazos al más anciano de los sacerdotes y acomodándolo sobre mis hombros, lo llevé con cuidado hasta ponerlo en tierra; otro marinero hizo lo mismo con el sacerdote que lo acompañaba. Después los acompañamos a casa del señor Abad.

Allí nos abrió la puerta el tío Simón, que era el sacristán, y diciéndole que estaban dos sacerdotes que deseaban hablar al señor Abad, bajó éste al portal. Al acercarse éste, lo llamó el más anciano a un rincón del zaguán, y le dijo unas palabras muy bajito, y entonces el señor abad se puso de rodillas y le besó la mano. Haciéndolo levantar aquel señor, se marcharon todos para arriba, regalándonos el mismo antes unas medallas de la Virgen del Carmen y unas monedas también de plata, encargándonos antes que no dijésemos a nadie lo que había pasado. Aquel señor era el Papa que andaba escapado de Roma por causa de Napoleón. Pocos días después supimos que había marchado para Portugal. Así habló el anciano marinero.

¿Quién era aquel misterioso personaje, al que besaba la mano con tanto respeto el párroco? ¿Era realmente el Pontífice Romano? No: era el obispo de Santander, D. Gabriel Menéndez de Luarca y Queipo de Llano. He aquí la relación histórica y detallada de estos hechos y la causa de su arribo a nuestro puerto de La Guardia. Son rigurosamente históricos los hechos que vamos a relatar.

Declarada en España la guerra contra el ejército invasor de Napoleón, aquel santo y sabio obispo de Santander tuvo mucho que sufrir por su lealtad al, monarca Fernando VII, y por su tesón en defender los intereses de la religión y de la patria. Las peregrinaciones que tuvo que emprender en su fuga, para salvarse de las persecuciones y amenazas de que fue objeto, constituyen una verdadera odisea.

La evacuación definitiva realizada por las tropas francesas, al marcharse de España no hizo cesar las persecuciones de que fue objeto el señor Menéndez de Luarca por el nuevo gobierno liberal de 1814, que los persiguió con el mismo ensañamiento con que lo había tratado el de José Napoleón. Por un decreto de 6 de abril de 1814 fue inicuamente expulsado de España, y decretada su prisión, caso de ser habido. El motivo de tales medidas fue el siguiente:

Abolida en 22 de febrero de 1913 el Sto. Tribunal de la Inquisición, y adoptadas por las Cortes de Cádiz otras disposiciones de carácter liberal y anticatólico, el santo y celoso prelado no pudo callar, como tampoco supieron callar el Nuncio de Su Santidad y la mayor parte de los Obispos y Cabildos de España. Huyendo de las persecuciones de que era objeto, llegó hasta el monasterio de Lorenzana en la provincia de Lugo, donde escribió y firmó una pastoral notabilísima, fechada en 6 de agosto de 1913, contra las disposiciones de las Cortes de Cádiz, y seguidamente se dirigió a Foz, puerto de la misma provincia de Lugo, donde tenía preparado un buque quechemarín que lo condijese a Portugal.

Al llega el quechemarín a la altura de Camiña, frente a la barra del Miño, se agitaba de tal modo el mar que su capitán juzgó imposible entrar en el río y hacer el desembarco en aquella villa portuguesa, por lo cual esperó el paso de algún barco de pesca de La Guardia para tratar de que este llevase a remolque al quechemarín, y pudiese desembarcar al venerable obispo y al sacerdote que lo acompañaba. Era ya de noche cerrada cuando desembarcaron conducidos sobre los guijarros de la ribera de los hombros de aquellos dos honrados marineros, que seguidamente los acompañaron a casa del párroco D. Antonio Herrero. Era esta noche la del 20 de agosto de 1913.

Al día siguiente, deseando permanecer oculto el señor Menéndez de Luarca, no salió de la casa rectoral y celebró la santa Misa en un oratorio improvisado en la misma. Fue allí el santo obispo objeto de las más exquisitas atenciones del clero y otras significadas personas del pueblo a quienes se comunicó la presencia de tan ilustre huésped. Aunque se guardó reserva sobre el suceso, no pasó muy desapercibido pues, nunca se había dado el caso de que un obispo desembarcase en el pequeño y mal puerto de La Guardia, y un hecho de esta importancia para nuestra villa comenzó a divulgarse, a pesar de las precauciones adoptadas.

Con objeto de prevenir las consecuencias que esto podía ocasionar pasó aquel mismo día a Camiña el sacerdote de La Guardia D. Antonio de Castro llevando consigo el poquísimo equipaje del obispo, constituido por un poco de ropa blanca, y algunos libros y papeles, con objeto de que el venerable obispo pudiese marchar después más libremente. Pero cuando este quiso hacerlo surgieron nuevas dificultades porque el Gobernador ó Jefe político de la provincia había dado orden de que todas las embarcaciones del río Miño españolas se sujetasen con cadenas y candados, a fin de que nadie pudiese desamarrarlas y pasar embarcado para Portugal.

No faltó sin embargo, un hombre de valor que burlase la vigilancia del jefe político de la provincia y de su delegado en La Guardia. Fue este mismo sacerdote guardés, D. Antonio de Castro, quien de noche muy cerrada rompió las cadenas de un0o de los barcos y saltó su candado, y con el auxilio de aquellos mismos marineros de La Guardia, que los habían desembarcado en nuestro puerto, facilitó así el paso a Camiña del Sr. Menéndez de Luarca en la noche del 23 de agosto, con su fiel amigo y compañero el sacerdote santanderino que con él venía.

Hospedáronse ambos en el convento franciscano de los Padres Antoñitos de la villa portuguesa fronteriza.

Por los actos de caritativa hospitalidad del párroco de La Guardia y la intrepidez del sacerdote D. Antonio de Castro, fueron ambos severamente amonestados por el Gobernador de la provincia, y posteriormente objeto de una vigilancia especial, por considerarles enemigos de las nuevas ideas liberales. Salieron, sin embargo bien librados de estas contrariedades y vigilancias, como no era de esperar.

Poco tiempo después la “Gaceta” del 6 de abril de 1914 publicaba el decreto de extrañamiento contra el obispo de Santander, haciéndole cargo de altos delitos por haber publicado la famosa pastoral de 6 de agosto, y por haber pasado desde Foz a La Guardia, y desde esta villa a Portugal, sin permiso del Gobernador.

Tal es el origen de la curiosa e interesante anécdota histórica de nuestra villa, que contamos a los benévolos lectores de este semanario.

(A GUARDA) "Facendo as cruces" monte Santa Tecla, anos 20


 Foto: Ksado

jueves, 22 de abril de 2021

(PORTGAL-CAMINHA) Embarcadero en 1935


 

(A GUARDA) Escola de Dña Antonia en 1926


 

(A GUARDA-CAMPOSANCOS) Apuntes sobre o Colexio Santiago Apóstol

 



El P. Leza descubre en 1875,  en El Pasaje de Camposancos, unas fincas con casa y almacén de maderas y otras mercancías, propiedad de D. Domingo Español Cividanes (abogado y comerciante, en 1850 fue elegido Alcalde Constitucional de La Guardia). Intenta su compra con la ayuda del párroco de La Guardia y sobre todo del de Salcidos, D. Diego Antonio González Rodríguez.

El primer curso en el Colegio de Jesuitas del Pasaje se inauguró el 15 de septiembre de 1875. Las primeras obras las realizaron cuatro jesuitas, dos albañiles y dos carpinteros. Lo primero que se construyó  fueron la Capilla, los Dormitorios de los alumnos y de los profesores, las Aulas y finalmente el salón de actos. Este colegio fue escuela universitaria (primera universidad de los PP. Jesuitas. Duró esta  universidad desde 1877 hasta 1885 (Ciencias y Letras), trasladada posteriormente dicha universidad a Deusto (País Vasco).

Contó además este Colegio con un seminario, desde 1879-80, hasta el curso 1886-87. Finalmente fue trasladado éste a Comillas (Cantabria).

Este Colegio fue visitado por personajes ilustres. El Obispo de Ciudad Rodrigo, los Obispos de Tuy y el Obispo de Orense. En 1884, visitaron el Colegio tres ilustres políticos D. Antonio Cánovas del Castillo (Jefatura del Gobierno Español), Francisco Romero Robledo y José Elduayen.  Entonces vivía en el colegio como universitario, Manuel Portela Valladares que llegó a ocupar la Jefatura del Gobierno Español.

Como alumnos excepcionales podemos nombrar a Ramón Aller Ulloa (natural de Lalín), el mejor astrónomo de Galicia. El segundo alumno fue Antón Losada Diéguez (nacido cerca de Lalín), intelectual y político.

La figura científica más sobresaliente fue el P. Baltasar Merino (Profesor, Meteorólogo y Botánico). En el curso 1879-80 existía en el colegio un observatorio meteorológico. Escribió Flora descriptiva e ilustrada de Galicia, Estudio sobre las  Borrascas en la Costa Occidental de Galicia, Observaciones Meteorológicas hechas durante la década de 1880 a 1890 en el Observatorio del Colegio de La Guardia Plantas raras, que crecen espontáneamente en las cercanías de La Guardia.

En 1916 por falta de alumnos, se trasladó el colegio a Vigo.

Durante la Guerra Civil Española, estuvo cerrado. Se volvió a abrir en el curso 1945-46. Duró hasta 1955, último año del colegio en La Guardia.

(TUI) Postal aérea dos anos 70


 

viernes, 16 de abril de 2021

(A GUARDA) Sporting Guardes, 1º de Octubre, 1961

    POLA ESQUERDA: (arriba) Andrés (de Oia), Melero, Pepe "Polís",  Zúñiga,(de Tomiño), Chaver (de Figueiró), Carrera (de Goian) e Basilio (Presidente). (abaixo)  Cuevas, Nemesio, Rolán, Sierra e Lombita.  Datos aportados por Tin Franco e Celso Cuevas.

(A GUARDA-CAMPOSANCOS) Club Náutico del Miño, 1934