martes, 11 de enero de 2022

(A GUARDA) EL FACHO DE SANTA TECLA, por Domínguez Fontela


Todos conocen el poético pico, que lleva este nombre en nuestra comarca, el cual recuerda las horas de amargura e intranquilidad que muchas veces afligieron a nuestros antepasados.

                La voz facho es una palabra galaico-portuguesa, que procede de la palabra latina fax-cis, que significa tea y también lucero, farol, materia inflamable, que se enciende por la noche para cualquier fin. Por asimilación se le da también la significación de guía, norte, etc.

                En nuestra comarca pasó de nombre común a la categoría de nombre propio, y se dice generalmente el Facho de Santa Tecla, o simplemente Facho. Es hermano y tuvo el mismo destino de otros muchos fachos situados en las costas de la península ibérica, y en las naciones cristianas situadas al margen del Mediterráneo. Allí tenían el nombre de Atalayas.

             Los que navegan hoy por estas co-marcas, y especialmente por la galaico-portuguesa, ignoran, sin duda que, alrededor de unos doscientos años atrás, invadían frecuentemente nuestro litoral, piratas argelinos y de otras regiones de Berbería, cu-yo audacia no conocía límites. No contentos con apresar las embarcaciones mercantes o pescadoras que hallabandesembarcaban en nuestras riberas y se apoderaban impune-mente de los habitantes, especialmente, de la gente moza, varones y mujeres que podían alcanzar, para conducirlos como esclavos a las playas africanas, donde traficaban con ellos. La ciudad de Argel era el punto ordinario de su destino. Muchos de aquellos desgraciados allí terminaban sus días en el cautiverio; otros más afortunados, al cabo de algún tiempo, conseguían su redención y libertad mediante el precio del rescate que enviaban sus familiares, o por medio de las limosnas en metálico reunidas por los Padres Mercedarios o trinitarios, quienes recorrían los pueblos cristianos recogiendo donativos de las personas piadosas para este objeto tan caritativo como  social. En nuestro país, además de las colectas que recogían aquellos religiosos, periódicamente, las limosnas que en el nombre de santa Tecla, se reunían durante el año, y especialmente en los días del Voto, o de los Jubileos, se entregaban a los frailes de Santa Eulalia, que eran los Mercedarios, para este fin tan benéfico.

                Dicen así las antiguas Constituciones de la Hermandad del Clamor:

                “Mais despois que forfinido o sermo traten fui todos separadamente con toda ponsadía e honestamente... para remijir os cautivos que jacen en terra de mouros...” y más adelante “Despois ordenaron (los antiguos fundadores de la Hermandad) que toda aquella oferta que ali veer, que a guarden os clérigos bem devotamente e a den a os frades de Santa Eulalia, ou a pobres por amor de Deus”.

                En muchos pueblos se hicieron fun-daciones pías para redimir cautivos.

                En La Guardia la hubo también. En 19 de marzo de 1777 el capitán D. Francisco Correa, natural y vecino de La Guardia, hallándose pasando una temporada en casa de su sobrino D. Juan Romero Correa, Párroco de Almoite, jurisdicción de Baños, en el Obispado de Orense,  al sentirse enfermo de muerte, dispuso su testamento, dejando todos sus bienes para que vendidos, se impusieses a causa redimible, para que con sus réditos se rescatasen por los frailes de la Redención de Cautivos, de la Merced o de la Trinidad, a los que fuesen de la villa de La Guardia, y a su falta, los más cercanos a ella, prefiriendo sus parientes, los más mozos y los más pobres.

La historia nos habla de los muchos millares de cautivos redimidos de la esclavi-tud africana por estos religiosos  y los Trinita-rios. En España es bien conocido el nombre del inmortal Miguel de Cervantes, autor del Quijote, que, por los trinitarios alcanzó su libertad. ¡Qué hermoso el de unos y otros religiosos! Al profesar, hacían un cuarto voto; el de quedarse ellos cautivos, en cambio para rescate de aquellos cristianos, para cuya libertad no alcanzaban las limosnas que llevaban.

                Muchos hijos e hijas de La Guardia regresaron libres a sus hogares, merced a esta patriótica piedad cristiana, quienes al llegar a nuestro pueblo daban noticias de otros que allí quedaban, y de los que habían fallecido, víctimas de los trabajos del cautiverio. En nuestros libros parroquiales constan algunos nombres de estos desvenrurados. Recordamos ahora los nombres de Alonso García y Domingo Rodríguez que murieron en Argel en 1645 y los de Domingo Luis y Baltasar, mozo fallecido allí en 1647. En los libros registro de dichos Padres de la Redención de Cautivos, constan nombres de muchos rescatados hijos de nuestro país.

                La piratería de los Argelinos llegó a convertirse en una verdadera plaga de carácter internacional. Con la pérdida de libertad, contraían muchos la horrible enfermedad de la lepra, o la propagaban en nuestros pueblos, especialmente en los costeros, los mismos piratas.

                Para remediar tanto mal, en Francia el Cardenal Richelieu, Regente del Reino, en 1633, en Italia, España y Portugal, sus monarcas y Príncipes hicieron visitar las costas a hombres eminentes, a mediados del siglo XVII, para que estudiasen los medios de poner los pueblos del litoral a cubierto de las invasiones de los piratas. Una de las medidas adoptadas fue hacer construir atalayas y torres en las alturas, a lo largo de las costas, instalando allí hombres expertos en la navegación para acechar noche y día los bajeles que cruzaban las aguas. Los picos de Santa Tecla, tanto del Facho  como el de San Francisco, pero especialmente el primero, fueron designados para constitiír en ellos guardianes de la pública tranquilidad.

                Todas las tardes, al anochecer el vigía del Facho encendía una fogata, a la que correspondían otros Fachos de la costa, en el Terroso, en la cumbre del castro de Oya, etc., hacia el Norte; la cual hoguera significaba que no se veía corsario alguno en el mar. Cuando, por el contrario, el guarda del Facho divisaba alguno, o recibía el aviso convenido desde las cumbres de la costa portuguesa, encendía como telégrafo de señales dos fogatas, lo cual se hacía rápidamente y se repetía en los otros picos, para que los barcos dedicados a la pesca se recogiesen al puerto y se previniesen los vecinos, huyendo o preparándose para la defensa. ¡Cual sería el pánico cuando se oía mouros na costa!.

                En La Guardia, con objeto de garantizar ésta, se construyó en la misma época la Atalaya de nuestro puerto dotándola con algunas piezas de artillería para defender aquel de los atrevidos piratas berberiscos, que se arriesgaban a hacer sus incursiones, sin que nadie les estorbase. Este fortín, llamado desde antiguo la Atalaya fue reedificado en el año 1799 colocándose allí una batería de dos cañones del calibre de a 12.

                La voz Atalaya es voz arábiga, que ellos pronuncian Atalayi y también Atalda, proviene del verbo talea, que significa vigilar, mirar a lo lejos, descubrir con la vista. Significa aquel sustantivo un lugar alto, una torre, garita y reducto puesto en alguna eminencia, desde donde se registra el campo o el mar para dar aviso de lo que se descubre. Próxima a la Atalaya de nuestro puerto en una gran peña de superficie plana, aún existe grabada en ella la plantilla hecha por el arquitecto para la construcción de las bóbedas y otros elementos arquitectónicos del oval castillete de nuestro puerto.

                Para la defensa de La Guardia contra los mismos piratas argelinos se recompusieron en el año 1628 todas las murallas de la villa, especialmente las de Chan de Conde hasta la plazeleta del Muro, obligando el Ayuntamiento a todos los vecinos de la jurisdicción a que acudiesen con sus carros y con peones para el trabajo, mediante prestación personal.

                A lo largo de la costa desde Caminha hasta Viana aún hoy se ven varios castilletes o Atalallas, distribuidas estratégica-mente para defensa de los pueblos ante los ataques de los corsarios. En nuestra comarca tenían igual destino los que había en la garita y centinela y otros lugares que aún llevan ese nombre en el camino de Oya.  En la  península del Morrazo, sobre la boca de la ría de Vigo, cerca del cabo de Home, álzase también un elevado pico que lleva el nombre de Facho.

                En el año de 1705 ofreció el Reino de Galicia levantar  cuatro mil hombres de infantería, vestirlos y armarlos a su costa, para tenerlos dispuestos siempre para repeler las invasiones de moros y otros piratas y para que con éstas, se pongan centinelas en las Atalayas, Fachos y Garitas, que hay en las alturas de toda la costa gallega, desde las cuales se avisen con humadas, si hay enemigos de los que deben escapar los naturales y pescadores.

                Hoy el Facho de Santa Tecla con su estela frontón, constituye una guía para orientación de los marinos que cruzan nuestras aguas. Lo señalan todos los Derro-teros de las Costas de España y Portugal, desde Trafalgar hasta La Coruña. El derrotero publicado en 1807, por el Sr. Rindaveis (pág. 605) equivoca el nombre y le llama monte de San Rego, error que adoptó el Padre Fidel Pita en su notable libro “Recuerdos de un viaje a Santiago de Compostela”, Cap. III.

                Está situado a 314 metros sobre el nivel del mar.

                El Facho de Santa Tecla fue destruido por un rayo a mediados del siglo XIX, pero en el año 1858, hallándose en esta villa, visitando a su familia, el acaudalado y caritativo hijo de La Guardia D. Francisco Maravillas, lo hizo reconstruír a su costa, según quedó consignado en una lápida de granito incrustada en su frontispicio, la cual dice así:

 

GRATA MEMORIA

AL BUEN PATRICIO

D. FRANCISCO MARAVILLAS

DE LA HABANA

REEDIFICADO A SUS EXPENSAS

EN 1858.


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