martes, 10 de febrero de 2015

(A GUARDA) -FARO DE VIGO- MIRANDO A LA GUARDIA, LA FUENTE DEL ROLLO

Historia que se pierde
(FARO DE VIGO, sábado 1/12/1962)


La Guardia, pueblo marinero de múltiples atractivos, es una villa en crecimiento, de progresos no pequeños. Como otros lugares de Galicia, La Guardia tiene su historia, entroncada en sus orígenes con primitivas civilizaciones. El desarrollo de la vida del pueblo fue ajustándose a las necesidades de los tiempos en obras y construcciones que hoy dan carácter peculiar a su externa estructura, sólida y bien acondicionada, sin que falten zonas urbanas, las más antiguas acaso, con notas típicas y formas arquitectónicas, dignas de admiración y de respeto.
Debemos confesar, sin embargo, que en el correr de sucesivas épocas la villa, en marcha ascendente de afanes modernos, ha visto desaparecer mo0numentos y otra clase de edificaciones de mayor o menor valor artístico pero, sin duda, verdaderos testimonios fehacientes de la vida histórica del pueblo. La mano destructora de tales tesoros ha sido implacable aquí, en estos lugares. Imaginemos por algún momento cual sería el bello conjunto del casco urbano de La Guardia de hace poco más de un siglo, amurallado en parte por zonas que miran al mar, abierto al exterior a través de sus dos puertas principales: una junto a la torre unida a la casa ayuntamiento; la otra sobre las escaleras de Chan de Conde, conocida por Puerta del Convento por estar muy cercana al Monasterio de religiosas benedictinas. Poco resta ya de aquella estructura de plaza fuerte de tiempos pasados; reducto de muralla de antigua fortaleza y la torre de la plaza- hoy torre del reloj- con el aditamento de un “campanil” no muy en consonancia con el carácter castrense de su primera época.
¿Y qué diremos de aquella célebre fortaleza, enclavada en los acantilados de la entrada del puerto, defensa de la villa en las frecuentes incursiones de piratas, y a principios del siglo pasado, lugar de heroicas gestas en la guerra contra los ingleses? La histórica fortaleza, la Atalaya,  construida en tiempos del reinado de Felipe IV (1621-1665), corrió la misma suerte no ha muchos años. Triste suerte que habremos de lamentar siempre.
Otro monumento ha caído en La Guardia estos días a exigencias de nuevas y necesarias ampliaciones urbanas: La Fuente del Rollo. Fuente era esta que llevaba en sus piedras el tono señorial de la villa en ese estar situada en aquel sitio, lugar que fue de la  simbólica picota de piedra de forma cilíndrica, llamada El Rollo, colocada a la entrada del pueblo, señal y distintivo de la alta y extensa jurisdicción de las supremas autoridades de la municipalidad. Desaparecido El Rollo, de él no ha quedado más que el nombre, unido al conjunto monumental de la popular fuente- la principal y más hermosa de la villa- de destacadas y vigorosas proporciones, de una  traza graciosa con cierta influencia colonial, de gran nobleza en su composición. Se ignoran como eran y cuáles fueron las primitivas características del cuerpo arquitectónico de la obra. Consta sí, que fue restaurada en los comienzos del reinado de Isabel II (año 1833) por un filántropo guardés llamado Francisco Martínez.
Quizás inconscientemente, o también, por menguado aprecio a los valores del arte y de la historia, la Fuente del Rollo ha sido recientemente motejada con calificativos de un marcado mal gusto, exentos  de la elemental consideración que esta clase de obras merece. Puede ser que esto ocurra porque olvidando las nobles formas tradicionales de proporcionar agua potable por medio de la dignidad de fontanas publicas que quieren ser viva expresión de la valía de este vital elemento y grata acogida para el que lo necesita y lo busca, nos vamos acostumbrando a que cuantos tengan sed hayan de aplacarla utilizando, como único medio, simples grifos adosados a toscas paredes de cualquier rincón, a manera de bocas de manga para el lavado de coches o el riego de pequeños sembrados.
“Non hay tal feitizo como o bon servizo”, dice un antiguo refrán gallego. El mejor atractivo de la villa, su más hermoso hechizo está en dar a todos, vecinos y forasteros, buenos y decorosos servicios que, como los prestados a tantas generaciones por una fuente cual la de El Rollo, son de notable e inmenso beneficio para el pueblo. La fuente que La Guardia ha perdido estos días puede seguir proporcionando sus utilísimos servicios en parajes donde el agua es necesaria,  lugares quizás muy adecuados para un nuevo y digno emplazamiento de ese monumento que no debe perecer.
Ojalá, que las viejas piedras de la típica Fuente del Rollo, tumbadas hoy como miembros de un cuerpo muerto y maltrecho, recobren pronto la belleza que antes tuvieron y den de beber al sediento con la prestancia y el decoro de aquel aspecto, monumental y acogedor, ahora perdidos. Y, así, los vecinos de este hermoso pueblo pueden de nuevo entonar con toda verdad, la canción tiempo ha olvidada:
                “A nosa vila e boa vila,
                da de beber a quen pasa
                nas fontes que ten no Rollo,
                na Ribeira… e a da Plaza”

                                               AGUSTÍN FELIX.

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