NUEVO HERALDO
(AÑO I/Nº 1 do SÁBADO 30 de XUÑO do 1934) (páxina 15)
D i v a g a n d o
Origen del nombre de “Fonte
Quente”
(Con toda la consideración y el respeto debido al muy ilustre hijo de
La Guardia D. Juan Domínguez Fontela)
Allá, al
correr del estrecho y pedregoso camino de Barbela, y no a mucha distancia de la
Pedra d’Agrelo; por sobre unas
vertientes lajas cubiertas de musgo, a orillas de un mar bravío; pausado y con
leve tintinear resbala el cristal de un límpido venero: es Fonte Quente. ¡Solo Dios sabe por cual hondo misterio silenciosas
fíltranse por entre las profundas y pétreas entrañas del Santa Tecla, y allí
perennemente brotan aquellas aguas cristalinas!
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Alí-Bubú, uno
de los últimos hombres que en remota época habitaron las escarpadas cumbres del
Santa Tecla, y quien sepultado fue en la oquedad de una gran piedra que, a
medio volcar, dícese que ver se puede todavía en la roqueña vertiente sur del
monte ¿Será ésta la Pedra Furada?; al
morir, grabada dejó con múltiples y raros signos, sobre la dura roca en que hoy
se levanta el Facho, una escalofiante
historia relatando el trágico fin fr aquellos primitivos del Tecla. Pero
durante años mil y mil, nunca
descifrada pudo ser aquella por demás extraordinaria relación, hasta que el tío
Antoniño –aquel diminuto y esquelétito viejecillo que no hace muchos años
vagaba, solitario y triste, por todas las agrestes recondideces del monte-
casualmente, y dentro de un gran puchero rajado y sin tapa, una misteriosa
clave halló con la cual púdose, al fin interpretar aquel valioso documento
pétreo que Alí-Bubú nos legara.
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“Al pie de
este monte, del lado por donde se oculta el sol –decía Alí-Bubú en aquella
acongojante relación- y entre as rocas que el mar bate furioso, hay una estraña
fuente (manans aqua-manantial,
fuente). De esta fuente, a la que mis
muertos ascendientes llamáronla Fontana Fervens (Fuente Hirviente) el
agua manaba en continuos y burbujeantes hervores. Siempre humeante,
descubríasela desde muy lejos por el blanco penacho de vaporque la denunciaba.
Pero un día -¡oh fatal día aquel!-, no se sabe por cúal honda conmoción
terráquea o por cual misterioso fenómeno, la fuente cesó de humear y sus aguas
trocáronse frías, muy frías…, (horride
frigidus).
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Nuestra
existencia deslizábase en el inefable goce de la mas tranquila y eternal
ventura, en la profunda calma de estas alturas majestuosas. No sufríamos dolor
ni sentíamos otras apremiantes necesidades que las prosaicas de nuestros
estómagos, para satisfacer las cuales cada mañana, y antes de que el sol a
derramar comenzara sus quemantes rayos de fuego (ignitissimus radius solis), bajábamos a robarle al rugiente mar, que
allá entre los acantilados estréllase soberbio, la infinita riqueza inagotable
de sus moluscos deliciosos (Mytilus deliciosus)
que sometíamos luego a prolongada cocción sumergiéndolos en las hirvientes
aguas de aquella fuente milagrosa.
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Desde el
instante trágico en que las aguas de Fontana
Fervens empezaron a brotar frías como la nieve, a sentir comenzamosen
nuestros corazones las primeras punzadas de un extraño temor por nosotros jamás
sentido….¿Como íbamos a poder subsistir ingiriendo mariscos (Mytilus cochlae genus) en el mismo
estado en que eran arrancados de las piedras del mar? En estas tan angustiosas
como mortales consideraciones sufrimos largos días de ayuno, hasta que una
feliz idea pareció ocurrírsenos al pensar que, exponiendolos algún tiempo al
sol, los moluscos acaso fueran mas digeribles. Pusimos inmediatamente en
práctica la ocuurencia; pero, ¡horror!- el gran Dios protector de nuestras vidas
parecía habernos aabandonado. Al tercero o cuarto día de tener los moluscos al
sol y al viento, despedían un tan fétido y mareante olor, que a todos nos sumió
en mortales desfallecimientos. Poco después se declaró entre nosotros una
enfermedad desconocida, y la colonia fue terriblemente diezmada por la
muerte….”
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“Los
pocos que logramos sobrevivir a tan horrenda catástrofe hallamos nuestra
salvación construyendo unos hogares de piedra (rusticulos petrae focus) en los cuales aprendimos a encender
lumbre. Desde entonces, en vez de cocerlos, asamos los moluscos…que todavía son
el único pan nuestro de todos los días…”
Así
termina la trágica historia que en múltiples y raros signos, grabada en euna
inmensa roca, Alí-Bubú nos legó al morir. A no ser por ella, no sabríamos aún
por que le llaman Fonte Quente al
pequeño manantial que allá por donde corre el pedregoso camino de Barbela, sus aguas cristalinas vierte en
la mullida alfombra que el limo y las acotiledóneas tejiéronle a sus pies.
Joaquín Saúl
Puerto Rico, 1934
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