lunes, 17 de junio de 2013

FARO DE VIGO, 6 de Agosto de 1980, ELISEO ALONSO: "AQUELLOS MUIÑOS DE VENTO"



Por Eliseo Alonso
Los vemos allá abajo, desde la carretera. Redondos como faros, su mampostería resiste a la ruina, en medio de la soledad de los roquedos de A Guarda. Ya desaparecieron sus aspas, unidas a un tejado giratorio, de materiales más livianos y endebles que sus paredes de torreón. Una veleta, amada de todos los vientos, remataba la cúpula que se hacía girar, orientándola hacia el punto en que las brisas saladas movían el molino, soplando en las aspas.
Hace años y molineras ya idas moliendo harina de estrellas, dejarían por aquí el símil de un paisaje holandés o de La Mancha de Don Quijote. O, tal vez, serían como una gran mariposa posada en la orilla del mar. Pero es vieja la historia de sus antepasados. Hay referencia de que los griegos ya conocían su mecanismo, y en el año 644 se menciona la existencia de molinos de viento en las zonas secas –y hoy conflictivas- entre Irán y Afganistán. Por España eran conocidas en el siglo X, y en Portugal, un documento de Évora, lo cita en el año 1303.
La falta de ríos con cauces adecuados para la instalación de molinos hidráulicos es causa de que éstos sean sustituidos por la fuerza del viento en las zonas costeras y los altozanos más azotados. Un grupo de tres molinos, también en ruinas, aun se levantan en lo alto del monte Mesón del pueblo de Abalo, en Catoira. Se supone que son de origen muy antiguo. Por ahí con el peculiar bordoneo de su girar, mueven sus palas como cuatro alas blancas.
Al otro lado de la foz del Miño languidecen su molienda los molinos costeros de Portugal. Bien conservados, y algunos funcionando, desde Montedor hacia el sur, nos permiten estudiar su estructura y mecanismo, que suponemos iguales a los de A Guarda.
Estos molinos de viento constan de un eje, atravesado por ocho vergas que sostienen cuatro velas triangulares que forman las aspas. En uno de esos más próximos molinos, en Montedor, las aspas se forman con tablillas móviles, que se agregan o se retiran según la intensidad de los vientos. Posiblemente serían con el que guardasen más semejanza los nuestros. Un sistema de ejes, con engranajes que mueven la muela, completan su funcionamiento.
Algunas piedras ahumadas de los de A Guarda –de no ser de hogueras más recientes- pueden señalar la presencia del horno en donde se cocería la “bica”, en las esperas de las “muiñadas”, de modo análogo a lo que se hace en los molinos de agua. Seguiremos averiguando el origen y el folklore de estos molinos, contando con la colaboración del amigo Cándido, pero sería interesante que tuviesen alguna protección oficial antes de su total ruina. Y que, al menos algunos, fuesen reconstruidos para enriquecimiento del paisaje guardés y amor al pan de los antepasados.
Así veríamos, otra vez, a los roqueros “muiños de vento”, como veleros navegando por la harina, impulsados por un viento marino y cereal

FARO DE VIGO, 6 de Agosto de 1980

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