lunes, 10 de junio de 2013

FARO DE VIGO, 5.08.1981, ELISEO ALONSO: "CON LAS "REDEIRAS" DE A GUARDA


Con las “redeiras” de A Guarda
Por Eliseo Alonso
Las escotaduras del litoral gallego fueron, desde antiguo, nidales de pescadores que faenaban próximos a la costa. Pequeños puertos fueron naciendo con su encanto marinero, su caleta, sus tabernas y cien historias. Desde el de A Guarda salían y salen las valientes gamelas, y hace muchos años, aquellos desaparecidos “volanteiros, de alta amura y ancha manga, que iban tripulados por dieciocho hombres. En 1911 llegó al puerto guardés el primer pesquero a vapor, el “San Antonio”, que faenó al pincho y al “ardor” y fue el precursor de la floreciente flota de la actualidad.
En las chabolas pescadoras, que son los bajos de las casas altas levantadas con dinero del mar, hacen red las mujeres, mozas y ancianos. Las “redeiras” entrelazan hilos, moviendo la rápida y estilizada aguja de madera. Tras los rombos blancos, nos parece como si contemplásemos una obra abstracta con fondo de mar.
Desde la pesca litoral a la de altura encontramos el ansia de navegar en las raíces más antiguas de Galicia. El mar guardés, siguiendo una diaria faena, ya se pierde en aquellos primeros pesos de red del paleolítico.
Las chabolas de las redeiras o “atadeiras” están cerca de los salseros que huelen a yodo y a carenas. Se oye el mar de la copla, que anda, desanda y desaparece, mientras sobre el hilo blanco zigzaguea la aguja. Los viejos marineros, cuando ya son navegantes de recuerdos, también se hacen rederos, que es otra forma de volver a recordar singladuras y lances. Estos viejos pescadores y las redeiras de más edad nos hablan, en el barrio de la Marina, de los secretos de las entintaduras.
Por aquellos años, las redes que primero eran de algodón y luego de cáñamo se lavaban en la fuente y se estiraban a secar sobre el muelle. En un pilón de madera, llamado “gamela da casca”, por semejanza con esta embarcación, se echaba la mezcla de cáscaras de “salgueiro” y pino rojo, previamente machacadas con un mazo de madera y con las que se entintaba la red. Esta operación de “encascar” también se realizaba en el pote, y cuando la red era grande, en la caldera de cobre y el pilón de piedra.
Ya preparada la red, se echaba agua bendita, para que trajese buenos lances, o se le golpeaba con una rama de acibeiro, en tanto se repetía este ensalmo:
                Acebiño, meu miniño,
                Aquí te veño a buscar,
Dalle sorte ó meu home
No halar e no largar.
Y así salen a la mar los trasmallos –viejo arte de invención guardesa, las raciras, moños, rascos, la rede del “ardor” y otras. Actualmente, aparte las que surten a su propia flota, A Guarda exporta redes a otros puertos de Galicia, Asturias, Vascongadas y Marruecos.
Redes al sol, gaviotas curiosas y aromas de los calafates. Desmallados los peces, las mujeres lavan y repasan las redes. Remiendan las que rompen las rocas del fondo o tejen otras nuevas con la gracia y el donaire de sus agiles dedos de redeiras.
En realidad, la red es una gigantesca y estremecida tela de araña en la que ha de caer el pez de cada día y que al halarla viene llena de su plata viva. Las redes van a bordo, prontas al lance que indique la  tradición de la ardora o la técnica de la sonda. En ellas se embarca la paciente y bella labor de las redeiras.
Desde aquellas primeras artes de la volanta, el cerco de xareta o los trasmallos, la red ni en el actual nailon ha perdido el encanto de su artesanía. Las redeiras, con su viejo arte, parece que tienen la mar en sus manos.
FARO DE VIGO, 5 de Agosto de 1981

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