(Del
libro “La Citania de Santa Tecla” de Julián López García)
Para formarse idea de la antigüedad e
importancia del santuario de Santa Tecla, hay que remontarse hasta los primeros
siglos del cristianismo, y llama seguidamente la atención el ver la prontitud
con que resonó en las márgenes del Miño el eco de la predicación de los que en
nombre de una nueva ley, desconocida hasta entonces, venían a redimir a la
humanidad de la esclavitud del paganismo.
Y es muy significativo el que fuese el
monte Santa Tecla, y no otro, el punto de cita de los primeros cristianos de
estos contornos para ejercitarse en actos de devoción y penitencia, lo que nos
demuestra una vez más la preexistencia de antiguos cultos paganos en este
monte, o que él mismo estuviese dedicado a cierta deidad mitológica, lo que
nada tendría de particular dada la facilidad con que los gentiles acostumbraban
a divinizar los objetos de la Naturaleza, muy particularmente los montes, mares
y ríos, como nos lo testifica la Historia al decirnos que el Lima, caía dentro
de la antigua Gallaecia, era
considerado como sagrado, hasta el punto de que nadie osaba pasarle sin cierto
temor religioso, y que la Insua se hallaba dedicada a Saturno; pues bien, si el
Limia y la Insua se hallaban divinizados, con más razón lo estaría el Tecla que
era guía y faro de las naves que cruzaban nuestro mar.
Y si decimos que en este monte debió
existir un santuario pagano, es por el hecho de haber encontrado trozos de
cornisas y de dinteles que por su hermosa ornamentación, se apartan del estilo rudo y pobre que domina en todas
las edificaciones del Tecla, lo que parece indicarnos que esas piedras sean
restos arquitectónicos de algún santuario pagano.
Santuario
de Santa Tecla.
Si este monte venía santificado ya
desde muy antiguo, es natural que por la fuerza misma de la tradición siguiese
inspirando, aún entre los mismos cristianos, ese respeto que infunde toda idea
religiosa, y de aquí, tal vez, la preferencia que los primeros cristianos
demostraron por este monte ya desde un principio.
Lo que no sabemos es por qué se le ha
puesto el nombre de Santa Tecla, pues no hay motivo fundado para creer que tal
denominación provenga de haber vivido allí la Santa, como equivocadamente
suponen algunos, apoyándose en la posibilidad de que hubiese venido a España en
compañía del apóstol San Pablo, que fue quien la adoctrinó y convirtió, pues si
bien la tradición de la Iglesia no se opone al viaje del Apóstol a España, en
cambio nada dice con respecto al de la Santa.
Además no se explicaría
satisfactoriamente cómo la Santa pudo arribar a estas playas y hallarse de
vuelta, al poco tiempo, en Isauria (Oriente), donde sabemos que sufrió el
martirio en el anfiteatro de Iconium, en el año 46 de la era cristiana; pero
aunque su viaje hubiese sido cierto, siempre habría la dificultad de explicar
cómo la Santa pudo habitar, siquiera fuese momentáneamente, en nuestro monte en
ocasión en que el oppido del Tecla estaba ocupado militarmente por los romanos,
los cuales no permitirían que los cristianos, a quienes consideraban como
enemigos del imperio, residiesen en aquellas alturas convertidas en
inexpugnable fortaleza.
Lo que creemos que siendo Santa Tecla
de los primeros mártires, se conservó siempre muy vivo el recuerdo de sus
virtudes y de su heroica y santa muerte, y que al posesionarse los ermitaños y
cenobitas de nuestro monte, pusieron su humilde ermita bajo la protección de
esta señalada santa, tenida como clásica por la Iglesia.
Mucho se ha escrito sobre la vida y
martirio de Santa Tecla, y por desgracia no todos con igual criterio, pues
sabemos por Tertuliano y San Jerónimo que en tiempo de los Apóstoles, un cierto
presbítero de Asia, con poca veneración hacia San Pablo y Santa Tecla, formó
unas actas apócrifas de sus peregrinaciones y tragedias, y por este crimen fue
depuesto del sacerdocio por San Juan Evangelista.
Y del renombre y fama que esta Santa
había adquirido en Galicia, nos lo da a entender un manuscrito titulado
“Peregrinatio”, de principios del siglo V, escrito por una virgen religiosa
llamada Etheria, nacida en el último tercio del siglo IV, en el extremo litoral occidental de España (indudablemente
Galicia), por donde sabemos que fue bella misma a Oriente a visitar el sepulcro
de Santa Tecla, que está en Isauria, donde hizo oración y leyó las actas de la
Santa, según costumbre corriente entre los cristianos, y que en un collado que
allí hay llamado Santa Tecla, encontró a su amiga la santa diaconisa Martana
que conociera en Jerusalén(1).
No cabe duda que esta religiosa
Etheria debió contribuir grandemente a extender la devoción de Santa Tecla a su
regreso, por toda Galicia, y hasta estamos por decir que tal vez a ella debamos
los fervorosos cultos que se tributan a la Santa hoy día en el Tecla.
De la antigüedad de de esta devoción
en nuestro monte nos lo dicen también las actas de la Congregación de Santa
Tecla donde se lee: “No hay memoria de
la primera fundación de la capilla de Santa Tecla en el monte de dicho nombre,
y sólo se sabe por antiguos documentos, que se daba ya culto a la gloriosa
Santa en este sitio, antes de estar reducidos a los claustros los religiosos,
cuyos monasterios existen hoy en el Obispado y otros que se extinguieron; pues
los eremitas que habitaban sus montañas y desiertos solían concurrir a este
monte por este tiempo más fogoso del Estío, como a sitio fresco, por estar
sumamente elevado, y cuasi circundado de las aguas del mar y del Miño, a pasar
algunos días en santos ejercicios y colaciones espirituales; de cuya práctica
tomaron los pocos eclesiásticos y seglares de la comarca con aquella santa
devoción juntándose por el mes de Agosto en la cima del referido monte, donde está
situada la capilla de la Santa”.
Igualmente nos habla a favor de la
antigüedad de este santuario, el estar escrito en gallego un documento muy
curioso que debe datar de la época de la formación de nuestro romance regional.
Al abandonar los romanos la fortaleza
del Tecla por no serles ya necesaria su conservación, suceso que se supone
ocurrió a últimos del siglo III de la era cristiana, es cuando debieron
aparecer en este monte los primeros ermitaños, los que nos han dejado como
recuerdo el nombre de Ermitán, con que es conocido un paraje de este monte.
Establecida por Constantino (313) la
tolerancia de los cultos, es de presumir que desde entonces empezasen a hacerse
ostensibles en el Tecla las prácticas religiosas que antes se venían haciendo
en secreto.
Casi puede asegurarse que estos
ermitaños se verían envueltos, como toda la Iglesia de Galicia, en el cisma
priscilianista, favorecida su propagación por la semejanza que tenía esta
herejía en muchos puntos al antiguo
zoroastrismo; pues Prisciliano sostenía la absurda teoría de que las almas
y los cuerpos de los hombres estaban bajo el influjo de los astros, herejía que
se conservó en el país por mucho tiempo, aún después de perseguido y muerto
Prisciliano por orden del emperador Máximo, por cuanto sabemos que en el
Concilio de Braga (561) se anatematizó las prácticas priscilianistas.
Devuelta la paz a la Iglesia de
Galicia, volvieron a restablecerse los cultos religiosos dentro de la más pura
ortodoxia, naciendo bien pronto después algunas de las curiosas instituciones
que aún hoy tienen vida próspera, pudiendo señalarse como más notable la que
oficialmente se estableció entre los años 1138-40, llamada la Hermandad del
Clamor, cuyas constituciones, escritas en gallego, es un documento digno de
estudio filológicamente considerado, y donde se lee: “Aquel monte hu se mostraron por muitas veces as virtudes de Deus”, institución
que recibió nuevo impulso con la fundación del célebre Voto, allá por el año
1355.
En conmemoración de este ofrecimiento,
todos los años, el lunes de la Infraoctava de la Asunción de Nuestra Señora, se
celebra en la capilla de Santa Tecla misa solemne, saliendo la procesión al
estilo claustral, llevando levantados cerca de cuarenta estandartes y cinco
cruces parroquiales (hoy van siete), y en ella se recita la letanía de todos
los santos, alternando con el nombre de Santa Tecla, y ciertas preces en
gallego cantadas con música muy sentimental y en tono sumamente devoto.
Antiquísima
imagen de Santa Tecla (piedra).
Se comienza con el Kirieleisón, e
inmediatamente se dice: Santa María,
rogai a Deus por nos, contestando el pueblo: Deus ouvide a nos; después sigue: Santa Tecla, rogai a Deus por
nos, y se vuelve a contestar: Deus
ouvide a nos, y así alternando el nombre de la Santa con el de todos los
santos, llega la procesión a un púlpito de piedra que hay entre la capilla y el
Facho, predicándose un largo sermón de penitencia; y terminado éste, sigue la
procesión al Facho, y puestos todos de rodillas entonan los eclesiásticos los
salmos penitenciales y también los graduales, y al final se canta el Veni
Creator Spiritus y el Evangelio de la Ascensión (2).
Interior
de la capilla de Santa Tecla.
(
Recogida la procesión, todos los
eclesiásticos se reúnen en la casa llamada d’os
Cregos, y se les sirve, como a los demás oficiales de la Hermandad, pan y
agua a costa del Prior.
Debe indicarse por curiosa la
circunstancia de que la capilla de la Santa, a pesar de estar plantada en medio
del término de dos parroquias, a ninguno de los párrocos está sujeta, sino al
Prior de la Hermandad del Clamor, que se elige anualmente entre los
eclesiásticos de todas las parroquias.
No entraremos en más detalles por no
considerarlos propios de este folleto, y además porque con más autoridad que
nosotros pronto lo hará D, Juan Domínguez Fontela, quien tiene en preparación
un extenso y acabado trabajo histórico relacionado con estos cultos del Tecla.
(1) Estas notas están tomadas de un trabajo que a cerca de Sta. Tecla tiene en preparación don Ignacio Calvo.
(2) Sería muy conveniente que los curas párrocos y el Sr. Prior de la Hermandad procediesen a escribir y coleccionar estos antiquísimos cantos religiosos de Santa Tecla, para evitar que estas composiciones musicales lleguen con el tiempo a perderse o alterarse.