II
(1ª parte)
Según hemos
dicho anteriormente, los cultos en el monte de Santa Tecla alcanzan a los
primeros siglos del Cristianismo. Como se consigna en un antiguo impreso que se
conserva unido a los libros actuales de la “HERMANDAD DEL CLAMOR”, y ha
publicado también el Padre Florez en el tomo XXIII (capítulo XVI, pág. 177) de
la España Sagrada, antes del siglo XII estaba ya en uso el reunirse los
ermitaños de la comarca en tiempo del Estío, juntamente con los del monte Santa
Tecla para consagrarse a colaciones espirituales y a ejercicios públicos de
penitencia y oración, con la concurrencia del clero y fieles del país.
Los
recientes descubrimientos arqueológicos allí realizados confirman la existencia
de un antiguo ermitorio con su templo, aprovechando las primitivas viviendas
prehistóricas en aquellas alturas; ermitorio que estuvo bajo el patrocinio, y
en honor de la Protomártir del Cristianismo, Santa Tecla considerada como
Patrona de los ermitaños por haber practicado también la vida eremítica en los
últimos años de su existencia, en Seleucia, después de su violento y heroico
martirio, en el que no perdió su vida.
Al erigirse
el monasterio de Oya, en 1137, y al ser restaurado el derruido cenobio
visigótico de San Salvador de Barrantes (Tomiño), todos los ermitaños del país
se recogieron en éstos y otros monasterios, en cumplimiento de las
disposiciones canónicas de la Iglesia, que en esta época suspendieron la vida
eremítica solitaria. Con este motivo el culto en el monte de Santa Tecla
quedaba interrumpido.
Para
evitarlo, los primeros abades y fundadores de los monasterios, de Oya D. Pedro
Inicio y el de Barrantes D. Godino, en unión con el abad del Rosal D. Pedro
Martínez, y demás clero secular organizaron esta “Hermandade” o “Cofraría do
Cramor” con la aprobación del Obispo de Tuy D. Pelayo Menéndez, inspirador de estas
fundaciones monacales, y de otras no menos importantes en toda la diócesis de
Tuy, a uno y otro lado del Miño.
Permítasenos
aquí una pequeña digresión. D. Pelayo Menéndez es uno de los obispos más
notables del Episcapologio tudense. El restauró el monasterio visigótico de
Barrantes destruido por Almanzor, adquiriendo sus ruinas y colocando allí entre
los monjes a personas de su familia. Cooperó a la fundación de Santa María la
Real de Oya, favorecida por el Emperador Alfonso VII; impulsó a la Condesa Doña
Paterna en la fundación del de monjas benedictinas de Paterne, junto a Melgazo,
donde la misma noble dama recibió del Obispo el hábito monacal; erigió el
ermitorio monástico regular de San Cosme, cerca de Baredo, en Bayona, y por
último introdujo la vida monacal en el Cabildo de Tuy, en el año 1138,
vistiendo él mismo la cogulla, y pasando a hacer vida de comunidad ordinaria
bajo la regla de San Agustín. Favoreció también en cuanto pudo la fundación
monástica de Santa Eulalia en tierra de Morgadanes. Estos hechos, amén de otros
que no relatamos, nos dan a conocer la grandeza de ánimo y el espíritu de celo
pastoral que caracterizó al ilustre Prelado cofundador de la “Hermandad del
Clamor” en el monte de Santa Tecla.
Acerca de
esta fundación escribe el Padre Florez en el lugar citado: “Edificados con
los ejemplos de los antiguos ermitaños, los eclesiásticos y seglares no
quisieron que se desvaneciese el recuerdo de aquellos, y empezaron a ejercitar
por sí parte de lo antiguo y de lo actual, subiendo al monte por el tiempo del
Estío a ejercicios de penitencia”.
Esto
sucedió en el año de 1138. La designación de esta fecha está controlada por el
benemérito y cultísimo sacerdote, natural de las Eiras y Catedrático del
Seminario Conciliar de Tuy en los primeros año de su fundación D. Juan santos
Villa, el cual es autor o compilador de una CRÓNICA en cuatro grandes
volúmenes inéditos, que posee su familia, y que me facilito en su día el finado
párroco de Pedornes (Oya), D. Antonio Martínez Villa, sobrino de aquél.
Al
referirse aquel ilustrado sacerdote al año 1138, en su “Crónica” dice
explícitamente apoyado en documentos del monasterio de Oya, estudiados
personalmente por él, que en dicho año comenzaron los cultos organizados en
forma de Hermandad o Cofradía del Clamor en el monte de Santa Tecla por todo el
clero regular y secular del país. El referido señor Martínez Villa poseía
también notas y apuntes sueltos recogidos por su tío, referentes a esta fecha.
EL TUMBO
NUEVO de Santa María de Oya, libro M. S. Incompleto, que alcanza sólo hasta
el año 11384, tiene unas referencias muy interesantes concernientes a la
fundación de esta Regla del Clamor o Congregación de Santa Tecla, que confirman
nuestro aserto.
Desde el
folio 165, con motivo de estudiar la fundación de la capilla de San Cosme en la
parroquia de Baredo, cerca de Bayona, obra piadosa en la que intervino el ya
citado obispo D. Pelayo, para dedicarla a cenobio monástico, hace el cronista
del monasterio de Oya, autor anónimo de dicho Tumbo, una larga disertación que
termina hablando de la reforma y ampliación de dicha capilla que se realizó en
el año 1645. Con este motivo, y refiriéndose a esta fecha reproduce una nota
marginal escrita por otro cronista del monasterio en el libro original de
pergamino que contenía la Reglña y Constituciones de Santa Tecla, la cual dice
así: “Tiene por tanto de antigüedad esta Regla y Cofradía de Santa Tecla
quinientos y siete años”, de donde se deduce que en el año 1138 es la fecha
en que se organizó la Hermandad del Clamor o de Santa Tecla.
Existe un
argumento apriorístico que encierra una gran fuerza moral y lógica a favor de
esta fecha, y es el siguiente: Si la razón de organizarse esta Hermandad o
Cofradía fue evitar que quedase abandonado el culto antiguo que existía en el
monte, con motivo de retirarse a vida claustral los ermitaños de la comarca,
como la fundación de estos monasterios se verificó en los años 1137-1138, loa
organización de la Cofradía o Hermandad debió hacerse simultánea o
inmediatamente, sin dar lugar a intervalos, más o menos largos que habrían de
ser perjudiciales para la vida religiosa de la comarca, y en especial para el
culto del antiguo ermitorio y templo de Santa Tecla tan vinculado y arraigado
en el país.
Como hemos
dicho, la “Regla de las Constituciones de la gloriosa Santa Trega da vila da
Guarda”, consérvabase manuscrito en un libro antiguo, todo él en pergamino, en
el archivo del monasterio de Santa María la Real de Oya. Desperdigados o perdidos los tesoros
bibliográficos y paleográficos del mismo y de su biblioteca, igual suerte
corrió el libro de Santa Tecla. No tuvieron mejor fortuna los libros antiguos
de la Cofradía
que ésta debía poseer. Los que hoy conserva ésta alcanzan a fines del siglo
XVIII solamente.