Monumentos
Prehistóricos
EN
GOYÁN
(LA
VOZ DEL TECLA, N.º 382, 3 de Agosto de 1918)
Dedicado
al Dr. D. Juan
Domínguez,
ilustre
arqueólogo
gallego.
El hombre primitivo, indefenso y
expuesto a los rigores de los agentes atmosféricos, procuró refugiarse debajo
de los árboles, en los huecos de las rocas o de los barrancos o en cualquier
otro sitio donde encontrase algún abrigo. Más tarde construyó esas primitivas
moradas, los palafitos, a las orillas
de los ríos y lagos principalmente, pues dedicados a la pesca y caza, elegía
sitios cómodos para buscar el alimento necesario para él y la prole. Después,
cuando el número de familia fué en aumento, edificó esas curiosas poblaciones
de altura que tanto llaman la atención, donde se reunían una o varias tribus y
colonias, y que andando el tiempo tuvieron que emigrar a otros puntos, quedando
siempre la huella del hombre primitivo, por los monumentos toscos que nos dejaron
labrados con instrumentos rudimentarios como las hachas silíceas. Esta edad es
llamada por esta razón edad de piedra, porque aún no se sabía trabajar los
metales y por lo tanto no había ni fundiciones ni talleres de forjado.
En este rincón de Galicia quedaron
restos patentes de esa primitiva arquitectura, que obedecía a la necesidad de
defenderse también contra los animales que le rodeaban, pues el hombre desde
que nace hasta que muere lucha siempre en su propia defensa, y a dar a conocer
esa primitiva arquitectura se dirigen estos ligeros apuntes.
En la cumbre del monte de S. Lorenzo
de Goyán existe un sitio, cuyo nombre tradicional es Outeiro dos Fornos, donde se observan varias rocas en disposición
simétrica; y entre estas rocas monolíticas llaman más la atención cinco por su
tamaño gigantesco. Son semiesféricas por arriba, y en su base tienen unas
aberturas por las cuales cabe una persona.
Puede observarse que estas
excavaciones no son naturales, sino hechas por el hombre para que le sirviesen
de vivienda, siquiera fuese transitoria, para alguna familia de las muchas que
en estos tiempos remotos residían en esta región del Miño, que por causas que
no conocemos tuvieron que emigrar a otros lugares, dejándonos como único
recuerdo y herencia su hogar, que era
su única riqueza.
Describiré a grandes rasgos uno de
esos monolitos que siempre llamaron la atención de los vecinos del monte y
sobre todo de la gente joven y pastores, que por allí apacentaban sus ganados.
Como hemos dicho, son semiesféricos por arriba, y uno de ellos, el que estamos
describiendo, tiene también un aspecto prismático en conjunto, y está sostenido
y calzado por otras pequeñas rocas. En su base se observan dos grandes
aberturas toscamente labradas, por las que, como hemos dicho, cabe una persona;
su interior es abovedado. Los otros cuatro monolitos son parecidos.
Los naturales de aquí les llaman Fornos das abelleiras a estas piedras.
En
esta descripción expongo solamente lo que he visto y observado, y que a la
ligera describo para dar a conocer a los lectores de LA VOZ
DEL TECLAlo
mucho que por esos lugares existe de estas épocas remotísimas, y para que sirva
de estímulo a los que quieren iniciarse en estudios arqueológicos, y deseando
al mismo tiempo que personas competentes nos expliquen mejor lo que significan
estos testigos mudos de tiempos remotos.
Francisco Nóvoa Alvarez
Goyán,
30 de Julio de 1918.
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