P. Cristóbal Juan Conde y García
Artículo
publicado por D. Juan Domínguez Fontela,
En el
semanario “La Voz del Tecla”,
n.º 72, de 7
de septiembre de 1912.
El R. P. Juan Rodríguez Legisima, tan modesto y
virtuoso religioso, como cultísimo historiador, emprendió hace corta temporada
la importante tarea de escudriñar archivos y bibliotecas, rebuscando datos
históricos relacionados con la intervención de los religiosos franciscanos en la
gloriosa epopeya de la Independencia Española contra el ejército invasor de
Napoleón Bonaparte a principios del siglo XIX, y fruto de estas laboriosas
investigaciones y de un estudio concienzudo y escrupuloso, es el voluminoso
tomo de más de quinientas páginas que pronto se pondrá a la venta con el título
de “Héroes y Mártires gallegos de la
guerra de la Independencia”.
Entre los varones esclarecidos que en aquella época
brillaron por su valor y heroísmo patriótico, y que figuran en la obra del P.
Legisima, ocupa un lugar distinguido el P. Cristóbal Juan Conde y García. Nació
este ilustre hijo de La Guardia el día 11 de septiembre de 1768 siendo
bautizado en su iglesia parroquial el día 13 del mismo mes.
Las
condiciones de ilustración de este paisano nuestro, Licenciado en Teología a
los diecinueve años de edad; sus trabajos en pro de la liberación de Galicia, y
los cargos importantísimos que desempeñó, tanto en la Orden Franciscana, como
ante el Excmo. Arzobispo de Santiago, hacen que este guardés merezca ocupar un
lugar, y de los más distinguidos, en la galería de ilustres hijos de nuestra
histórica villa.
Dado a conocer primeramente por el llorado
historiador compostelano Sr. López Ferreiro en su “Historia de la catedral de Santiago”, el P. Legisima le dedica hoy
en su honor todo el capítulo XVII de su obra “Héroes y Mártires Gallegos” y con verdad que bien merece nuestro
paisano que de él se ocupe la historia.
Dotado,
en efecto, de ilustración no vulgar y de grandes virtudes morales, fue
designado por el Arzobispo de Santiago Excmo. Sr. D. Rafael Múzquiz Aldunate
para su confesor, y él aprovechó su valioso ascendiente sobre el Pre-lado
Compostelano para servir a la Patria en aquellos días de luto y esclavitud
opresora.
Escribió
para ello a diversos párrocos y a otros caballeros gallegos de cuyo patriotismo
estaba seguro, animándoles a acelerar en lo posible la revolución contra el
usurpador Bonaparte. Emprendió además viajes a Herbón, Padrón y Coruña para
excitar a los religiosos de sus conventos a la insurrección. En esta última
ciudad, asociado con el acreditado faccionista D. Sinforiano López Alia y el
coronel D. Francisco Javier Losada de Pol, realizó en 30 de mayo el glorioso
hecho del alzamiento coruñés contra Napoleón, que fue el grito general de
combate, y el principio de aquella serie nobilísima de hechos que constituyen
una de las páginas más brillantes de nuestra historia regional. Y en efecto, el
alma de los sucesos de ese día en la capital de Galicia fue nuestro venerable
paisano el ilustre P. Cristóbal Conde.
En
donde aparece también con su grandeza de carácter y revestido con nuevos
laureles de gloria el nombre de este benemérito hijo de La Guardia es en
Monforte, pues allí no solo trabajó en allegar recursos materiales y en
organizar a los paisanos, sino que tomó parte activa en acciones y combates,
tan reñidos como el de Mellid, cuya gloriosa jornada del día 18 de junio de
1809 constituya una de las fechas grandes de nuestra historia regional. Aquel
día la aguerrida división del general francés Marconet fue completamente
derrotada por nuestros valientes paisanos, a quienes en el fragor del combate
alentaba el generoso valor del franciscano guardés con su heróico ejemplo.
La
causa por que el P. Conde vino a Monforte desde La Coruña es otro hecho que le
caracteriza, como uno de los guerrilleros más ilustres de Galicia. Y en verdad
que fue habilísima la táctica desplegada por el P. F. Cristóbal Conde para
librar al arzobispo de Santiago, al que el general francés, dueño ya de esta ciudad,
quería tener en sus manos. De estos esfuerzos se burló el P. Conde con ciertas
estratajemas que más bien tienen carácter cómico que bélico, pues, él mismo,
acompañando a los esbirros imperiales andaba buscando al Arzobispo por diversas
regiones, mientras que, merced a estas hábiles caminatas aquel se ponía a salvo
embarcando para el extranjero. Cuando el general Marchand se convenció del
ridículo papel que nuestro paisano le hizo jugar, le condenó a muerte, pero era
ya tarde, porque el ilustre franciscano había abandonado a Compostela para
trabajar en Vigo, Orense, Monforte y otros puntos contra el ejército invasor.
Del
luminoso libro del P. Legisima aparece claro que mientras las armas imperiales
no desaparecieron de Galicia, arrojadas por el épico valor de sus hijos, no se
retiró el P. Conde a su convento.
Terminada
esta campaña fue este padre destinado a Santiago y de allí pasó a otros
conventos en los que desempeñó importantes cargos, como el de Definidor General
de la Orden, Vicario Mayor del Real Monasterio de Santa Clara de Santiago,
Examinador Sinodal del Arzobispo de Santiago, Guardián de los conventos de
Ribadavia y Santiago, etc.
Tal
es a grandes rasgos la biografía del ilustre hijo de La Guardia cuya efeméride
natalícia quiero evocar desde “La Voz del
Tecla”, para glorioso recuerdo de este benemérito paisano.
Juan
Domínguez Fontela.
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