jueves, 17 de marzo de 2022

(A GUARDA) Historia de la Congregación de las HIJAS DE MARÍA

 El culto en La Guardia a la Santísima Virgen, en el misterio de la Inmaculada Concepción, es muy antiguo, y lo prueba la imagen de piedra de la Santísima Virgen que con el popular lema: Ave María Purísima – Sin pecado concebida, se hallaba colocada en el derruido arco, o puerta Norte de la Villa, que existía antiguamente junto al torreón del reloj, cuando La Guardia estaba amurallada. También sabemos que mucho antes del año de 1813, ya se hallaba establecida en la iglesia parroquial la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, a cargo de la cual corrían las célebres y tradicionales fiestas llamadas de la Guía, que tanta resonancia llegaron a tener en la antigüedad. 

En el año de 1867 tuvo lugar en nuestra Villa, una gran Misión, que se celebraba en la llamada Plaza Vieja, dirigida por los célebres y populares jesuitas P. Cabrera y P. Arcaya, a la que concurría tanta gente, atraída por la santidad y elocuencia de estos misioneros, que, el último día, no cabiendo en la iglesia tal multitud, también hubo que decir la misa y dar comunión general en la misma Plaza donde se celebraba la Misión, acto solemnísimo en que el pueblo de La Guardia manifestaba públicamente su religiosidad, distinguiéndose los hombres en esta declaración de fe católica, pues casi ninguno dejó de comulgar. 

Y fue entonces, en esta gran solemnidad, cuando al despedirse estos celosos misioneros, recomendaron con todo interés que se estableciese aquí la Congregación de Hijas de María, no sólo para que de esta santa Misión quedase recuerdo imperecedero, sino muy particularmente con el laudable fin de poner a las jóvenes solteras bajo la protección de la Santísima Virgen, encargo que fue cumplido fielmente por el entonces abad de La Guardia, D. Nicolás Salgado Rotea de grata memoria.

D. Nicolás Salgado Rotea, párroco de

La Guardia (Fotógrafo José Benito

Rodríguez, La Guardia).

Desde entonces quedó constituida la Congregación de Hijas de María de La Guardia, con todos los privilegios de que gozan las Congregaciones Marianas, si bien hasta el 14 de diciembre de 1891, no fue agregada a la Archicofradía de las Hijas de María,  erigida canónicamente en la Iglesia de Santa Clara de Barcelona, unida, a su vez, a la Primaria de Roma, establecida en la Basílica de Santa Inés.

            No es de extrañar que teniendo tan santo origen, y por Patrona a la Santísima Virgen, la Congregación de las Hijas de María de La Guardia, siga floreciendo lozana y vigorosa, hasta el extremo de que de treinta y una asociadas que eran en un principio, pasen hoy de trescientas (año 1932) las que se hallan acogidas bajo el manto protector de la Inmaculada Concepción, sin que los ataques de tantos enemigos como la han combatido, hayan sido capaces de perturbar la vida de la Congregación en los sesenta y cinco años que lleva de existencia.

            La primera imagen de que se valieron las Hijas de María para tributar culto a la Reina de los Cielos, era la que desde tiempo inmemorial se veneraba en la iglesia parroquial, y que era conocida por nuestra Señora de la Concepción. Después fue sustituida por otra comprada en Madrid, por la pequeña cantidad de ochocientos ochenta reales, en el año de 1879, y que sirvió durante algún tiempo para las principales funciones de las Hijas de María, hasta que el buen hijo de La Guardia, D. Constantino Nandín Villafruela, en el año de 1882, mandó de Méjico, donde residía, la hermosísima imagen con que hoy puede enorgullecerse la Congregación de Hijas de María de La Guardia.


D. Constantino Nandín Villafruela.

Nació este hijo de La Guardia el 15 de septiembre de 1825, apenas transcurridos los años de su infancia, pasó a formar parte del número de emigrantes que de este pueblo salían frecuentemente para Méjico, en donde se dedicó al comercio. Falleció en Querétaro (Méjico) el 12 de septiembre de 1894.

            Esta verdadera obra de arte costó, ya en aquel tiempo, dos mil pesetas, y tiene además el mérito de haber sido tallada por un notable escultor indio, en la ciudad de Querétaro, descendiente de aquellos indios que tantas pruebas dieron siempre de fidelidad a nuestra patria, pertenecientes a las indómitas tribus evangelizadas por los jesuitas en sus célebres Misiones del Noroeste de Méjico, sobresaliendo las de la Baja California, gloria de la Orden y aún de España.

Este generoso donante entregó también para adornar la imagen que había regalado, unos valiosos pendientes de brillantes y un hermoso collar de perlas. 

Las demás alhajas que posee la imagen son, en su mayor parte, recuerdos cariñosos de piadosas Hijas de María, que no se mostraron ingratas a los favores recibidos de la Reina de los Ángeles.

La corona de plata que posee fue comprada por la Congregación en 1876, habiendo costado quinientos cuarenta reales. Y el precioso estandarte de la Asociación, y que fue bordado por un grupo de entusiastas Hijas de María, es de subido precio, pues sólo de oro y seda se emplearon cuatrocientas ochenta y siete pesetas.

No hemos de hablar del artístico y valioso manto de la Virgen por tener igual origen, y estar aun muy reciente su reforma, a cuya obra son contadas las jóvenes guardesas que no hayan contribuido con su óbolo a su trabajo, dando así una prueba de amor a la Santísima Virgen.

Cuenta además con otros regalos hechos por personas piadosas, en cumplimiento de solemnes promesas, y entre ellas citaremos las de dos buenas guardesas, que aun lejos de la patria, en el Uruguay una, y en la Argentina otra, quisieron con ello demostrar su agradecimiento a la Excelsa Madre de las Hijas de María, por los favores de ella recibidos, no siendo el menor el haber conservado el tesoro de la fe y la devoción a la Santísima Virgen, durante el tiempo de la emigración, lleno siempre de peligros e inquietudes, y en la que tantas se pierden y naufragan.

 Imagen de la Purísima Concepción regalada a la

Congregación de las Hijas de María,

Por D. Constantino Nandín.

Tiene pues, esta Congregación 140 años de existencia.









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