jueves, 29 de mayo de 2014

(A GUARDA) "JUSTIPRECIANDO" por Rogelio Vicente Portela, 1950


            Majestuosa y rutilante, cual bello ornato del confín meridional pontevedrés, y como dibujada en la claridad del inmenso azul, se perfila, solitaria, la esbelta silueta del Monte de Santa Tecla. Testimonio perenne de la indefectible grandeza del Creador; no es sim-plemente nuestro Monte una prominencia más en la abundosa orografía gallega. Tan vulgar consideración no justificaría su renombre. El Tecla es eso y mucho más podría, acaso, decírsele el Monte soberano, a cuyo lado las montañas circundantes parecen eclipsarse, él solo campea, más que por la altiva independencia de su mole, por el acopio de incomparables que en el conjunto se dan cita, en espléndido contraste de variedades, hasta otorgarle rango exclusivo en su género. Inherente a su aislada erección, de mérito indudable, con ella corre pareja su moderada altitud, igualmente meritoria, pues permite distinguir y apreciar nítidamente la múltiple diversidad del singular panorama, cuya justa y digna fama han hecho del Tecla puerto obligado del turismo nacional, a la vez que acreedor al emocionado y unánime elogio de cuantos en el decurso del tiempo le visitan, para dejarle a veces -¡quién sabe...!- con nostálgico dolor, como pudo y debió ocurrir a las belicosas tribus que antaño poblaron la Citania, partícipes ya de las mismas ansias y pasiones que los hombres del presente, y que al correr de los siglos no han hecho más que enraizar hondo, como respondiendo al sentir profundo de la existencia...

            Julio de 1950.

Rogelio Vicente Portela




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