Cerámica de Santa
Tecla
Un hallazgo
importantísimo
Juan
Domínguez Fontela
De la
Real Academia Española
de la
Historia
(Faro
de Vigo, 19 de Noviembre de 1938)
I
Muy variados son los dibujos con que está ornamentados los restos
de cerámica que hasta ahora se han hallado en las ruinas de los antiguos
castros de Santa Tecla, en La
Guardia. Todos ellos han merecido la atención de los
arqueólogos que han visitado el Museo valiosísimo de la
SOCIEDAD PRO-MONTE , y vienen a prestar abundancia de elementos para la
cooperación al estudio de la cerámica ibérica y pre-romana.
Acerca de estos fragmentos se ha escrito muy poco, pues tanto el
libro de don Julián López, titulado Una ciudad prehistórica desenterrada, como
las tres monografías de don Ignacio Calvo de los años 1914, 1914 al 1922, y la
de los años 1922-23 no consagran detenidas páginas al asunto de la cerámica
incisa del Monte de Santa Tecla. Hácese preciso reproducir detallada-mente
todos y cada uno de los dibujos inscritos en los restos que se han descubierto,
y se vayan descubriendo, para darlos a conocer al mundo científico, a fin de
que puedan ser estudiados y comparados con los de otras regiones y países.
La cerámica prehistórica de Santa
Tecla tiene suma importancia, por la múltiple diversidad de dibujos, todos
ellos geométricos, que aparecen incisos en los fragmentos de alfarería hasta
ahora hallados. La materia prima de esta industria es generalmente pobre, de
color negruzco producido por un sistema de cochura especialísimo, cuya
elaboración ha persistido hasta nuestros días en algunos centros fabriles de
estos productos, como p. e. en Santo tomé das Olas, cerca de Celanova, y en
algunos puntos del Norte de Portugal. En algunas bodegas vinícolas del Rivero
de Avia hemos podido ver diversa ánforas cuya materia prima, manufactura y ornamen-tación
son características de la cerámica ibérica. En la fábrica de loza de Santa Cruz
de La Guardia
unos obreros portugueses preparaban también vasijas con el colorido y dibujos
incisos propios de la misma arcaica labor. Son muy pocos los fragmentos de
cerámica saguntina hallados hasta ahora.
Reproduce este dibujo el fragmento de
cerámica recientemente halla-do en el Monte de Santa Tecla. Mide unos seis
centímetros y medio de largo por cuatro de ancho. Formó parte de una vasija
semejante a una amplia tartera probablemente de fondo o base ligeramente
cóncava. Su diámetro fue grande, como lo demuestra la escasa curvatura de las
superficies de este fragmento. No fue labrado a torno, pues no aparecen
vestigios de regularidad en las caras cóncava y convexa del mismo.
El barro con que está hecho es de una
pasta de color gris oscuro, plomizo, en la que aparecen sembrados fragmentos
menudísimos de mica. Tiene ambas superficies enrojecidas por la acción del
fuego inmediata a la fabricación. En ambas superficies penetró la cocción del
horno hasta unos dos milímetros. Su grueso total es de unos ocho milímetros.
Como ven nuestros lectores sobre una
línea recta están dibujadas, o mejor dicho, incisos unos semicírculos dobles
concéntricos montados sobre aquella línea por el lado convexo de éstos. En el
punto de contacto o enlace de estos semicírculos álzanse unos triciclos
concéntricos que sirven de bases para las cruces. Estas son de factura griega,
es decir de brazos iguales. Estas cruces están formadas por doble línea. La
irregularidad de sus incisiones sobre el barro a conocer que fueron hechas sin
esmero, mediante un instrumento de madera o metal adecuado para imprimir una
por una estas incisiones. Es, pues, una técnica rudimentaria y arcaica. Tiene
cada cruz 15
milímetros de alto y brazos.
Este segundo fotograbado lo presen-tamos
para que se vea de lleno el dibujo del fragmento y, su desarrollo alrededor de
toda la vasija.
La cerámica con la figura de la cruz
es muy rara, a pesar de ser un elemento de ornamentación muy sencillo. Ni en
las excavaciones de las antiguas ciudades de CITANIA (1) y de SOBROSO, en
Portugal, ni en las ruinas de Santa Tecla se halló hasta ahora entre los
objetos de cerámica esta figura que es sagrada para los cristianos, como
símbolo de nuestra redención.
Tiene, por lo tanto, sumo interés el
hallazgo de este fragmento para el estudio de la cerámica ibérica, la cual se
ha convertido desde algunos años acá en una de las más importantes cuestiones
de la Arqueología
española. Este descubrimiento constituye un nuevo y valioso elemento que
agregar al rico tesoro cerámico de nuestro Museo de Santa Tecla.
(Continuará)
(1)Ya
que la ocasión se presenta, queremos aprovecharla para insistir una vez más en
la afirmación toponímica de que la voz CITANIA es un nombre propio, individual
y exclusivo de de la ciudad prehistórica de este nombre en la comarca de
Guimaraes, en Portugal. El querer convertir en nombre común de toda ciudad
destruida y despoblada, por la acción milenaria del tiempo, y recientemente
descubierta, es un neologismo anticientífico, como he demostrado antes de
ahora. En mi apoyo quiero reproducir las palabras que escribió el finado
arqueólogo don Ignacio Calvo en la
Memoria de 1915: “No obstante mi condescendencia con la
aplicación del nombre “Citania”, no estoy conforme en que se aplique a estas
ruinas de población, especialmente en España, donde hay palabras que encajarán
perfectamente para esta clase de ruinas, como las de castros, despoblados,
ciudades muertas, etc.
El
señor Mario Cardozo, ilustre arqueólogo portugués, en su luminosa monografía
recientemente publicada con el título “citania e Sabroso”, viene a darme
explícitamente razón en este mi modo de opinar.
El
sabio Menéndez Pelayo, hablando de las ruinas semejantes a las de Santa Tecla
descubiertas en los valles de los ríos Lima, Neiva y Ancora, del Noroeste de
Portugal, dice que llevan el nombre genérico de “a cidade” y el de “o castro”.
Léase
mi artículo “Citaniaas, No. Un error toponímico” publicado en el Boletín de la Comisión de Monumentos de
Orense, Tomo VII.
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