jueves, 16 de octubre de 2014

(A GUARDA) HERALDO GUARDES, Un periódico, una imprenta y un periodista ( VII )


AÑO XXIX - N.º 1510 - 14 DE ENERO DE 1933
EPITAFIO
                                                           A don José Darse

                                   Ya pertenece a la guardesa historia
                        el luchador humilde y esforzado
                        que supo, en la treintena que ha pasado,
                        enhiesta mantener su ejecutoria.

                                   Su labor fue en extremo meritoria
                        dirigiendo al semanario que ha fundado,
                        pues, en él, con estímulo ha tratado
                        cuanto a La Guardia pudo hacer notoria.

                                   Al lamentar la suerte del amigo
                        afable, que a las letras prestó abrigo
                        dando al culto guardés grato solaz.

                                   Ruego que al despertar del trance fuerte
                        que a todos causa el golpe de la muerte,
                        Dios le conceda inextinguible paz.
                                                                                  Remigio Pacheco
La Guardia, enero de 1933

A MI LLORADO MAESTRO
            Cuando leí en “El Pueblo Gallego” la fatal noticia de la muerte de tan ilustre periodista como para mí portavoz de sanos consejos, don José Darse, quedé vivamente impresionado, ya rápido quise dar con mi humilde pluma loor a su personalidad; más no pude. Completamente dolorido, no podía hilvanar oraciones completas (y aunque las hilvanara no llegarían a tiempo);pero haciendo esfuerzos grandes, pues no podía verse mi nombre alejado de tantos otros que en HERALDO hicieron plausibles elogios del querido finado, me he sentido fortalecido para dedicarle estos sencillos renglones.
            Siempre he visto en don José al hombre de ideales democráticos, dedicado por entero a su semanario. Yo mismo puedo decir que he sido inculcado en sus ideales, por haber estado a sus órdenes por espacio de cinco años. En tal lapso de tiempo perteneciente a mi corta edad, escuché su voz sana, noble,
que hoy venero por comprender la grandiosidad de aquel cerebro y corazón, y cuando pienso en sus máximas me recreo en ese gran hombre que muere sin la gran aureola de que debería estar revestido, y La Guardia entera creo debería dedicarle, aunque nada más fuera, una sencilla placa (otros con menos motivo la tienen), como la vida del ilustre maestro ha sido, para que perdurara siempre el nombre del gran luchador anticaciquil, del pensador republicano que la única alegría que lleva a los innatos lugares de ultratumba es el haber contemplado como se derrumbaba la bandera monárquica y flotaba la tricolor, símbolo de pureza, como su alma.
            Y termino. No quiero seguir, porque muchos amigos fueron ya los que han publicado rasgos característicos de su laboriosa vida. Yo no puedo hacerlo, porque para mí es la imagen viva en mi cerebro, y así no está muerto; yo no quiero acatar el fatal designio de la Naturaleza, quiero que viva conmigo durante mi corta existencia; es lo más sincero y mejor que puedo hacer al “hombre que me hizo hombre”. Para los que le lloran, mi pesar, si le sirve de lenitivo, que lo acatan; para sus seres queridos, el ofrecimiento por entero de mis humildes servicios.
            ¡Descanse en paz mi llorado maestro!
                                                                      

                                                                                  J. Saavedra

Continuara...

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