domingo, 27 de octubre de 2013

HISTORIA DE LA GUARDIA, USURPACIONES DE LA CASA DE SOYOMAYOR

USURPACIONES DE LA CASA DE SOYOMAYOR

Infausta es la memoria de algunos de los señores de la casa de Sotomayor en el transcurso del siglo XV para gran parte de Galicia y en especial para la diócesis de Tuy y para la comarca del antiguo Concejo de La Guardia.

Los nombres de D. Fernán o Fernando Yánez, D. Álvaro Paes y D. Pedro Álvarez han pasado a la historia envueltos entre los tristes recuerdos de las usurpaciones y atropellos cometidos en su vida contra los pacíficos habitantes de aquellas regiones. Sus huestes pasaron por los pueblos de la boca del Miño como un huracán que no respetaba vidas ni haciendas.

De Fernán Yánez de Sotomayor, señor de esta casa, dice Vasco da Ponte, que “era muy caballero, tenía a su mando un ejército de 50 hombres a caballo y dos mil de quinientos infantes de sus vasallos y vehetría”. Con sus fuerzas, además de haber llegado triunfante hasta Orense, donde quemó las casas en que se defendía su enemigo personal Pedro Díaz de Cadórniga, señor señor de la casa de este nombre, después de haber pasado vencedor por las tierras del Conde de Rivadavia, que era Adelantado de Galicia, llegó con sus mesnadas sobre Tuy que seguidamente quedó bajo su mando, así como también la plaza de Bayona.

En los años 1423 y 1424 cayó repetidas veces sobre la villa de La Guardia y las tierras de su Concejo, aprovechándose de la vacante de don Juan Fernández de Sotomayor cuya muerte había ocurrido el 13 de noviembre de 1923.

Llevado D. Fernando Yánez de su genio soberbio y de su carácter ambicioso, no escuchaba los clamores de los pobres e indefensos vecinos de nuestra comarca, imponiéndoles gabelas insoportables, exigiéndoles el pago de la renta que pertenecía al Prelado y Cabildo tudense, por la donación de D. Enrique II el de las Mercedes, e imponiendo duros castigos o haciendo colgar de una picota a los que se habían atrevido a protestar contra las violencias y usurpaciones. Si a esto se agrega la leva forzosa que impuso a los hijos del país que estaban en condición de tomar las armas, puede juzgarse cual quedaría nuestra comarca durante larga temporada. Por esta razón en el año de 1425 en que el Prelado tudense y su Cabildo nos pedían el pago de las rentas señoriales, nuestras justicias, acudieron en súplica ante aquellos, exponiendo las tristes circunstancias en que se hallaban y rogándoles tuviesen a bien de lle quitar alguna cousa do jantar, a lo cual aquellos señores accedieron generosamente, rebajando, del tributo anual la cantidad de cuatrocientos maravedís de blanca. Consta así en un acta del libro de acuerdos capitulares perteneciente al siglo XV escrita en gallego de aquella época, que era el oficial de la región.

Lleva este documento la fecha de 26 de enero de 1425 y dicen en catorce líneas de letra cortesana:

“En outro dia XXVI de dito mes, seendo juntos em cabidoo enna caustra da dita iglesia de tui Nicolao domínguez vigario do dayam afonso Domínguez chantre, johan esteves, estevo Domínguez e johan sem mais persoas e canonicos, por son de campana, e presente mim johan Rodríguez notario de tui, esses ditas persoas e coongos, commo cabidoo, disseron que por muitas veces foran requeridos por los pobladores da vila da guarda e de seu termino, que eran e foram rroubados e penorados e mal traguidos así de omes de ferrando anns de souto mayor commo doutras persoas e de Rendeiros de Rey. Et por estes males que asi pasauam que, ontre as cousas que lle pediram, que fora e era que tuvessem por bem de lle quitar alguna cousa do jantar que avian de dar ao bispo e cabidoo. Et o dito vigario, sabendo que eram certos do que asi disiam, avendo compasom com elles, disserom que lle quitavam do jantar, que asi avian de dar ao dito señor bispo e a elles, quatrocentos maravedís branca em tres diñeiros deste dito anno”.

Los comentarios de orden social de esta condonación de renta saltan a la vista. En nuestros días leemos a menudo la noticia de que los pueblos se rebelan contra los cobradores de tributos, por no tener dinero con que pagar tantas cargas, y no leemos menos veces la de que el fisco saca a la venta en pública subasta fincas embargadas a los que no pueden satisfacer sus cuotas al Estado. Antaño, en aquellos tiempos de fe y verdadera fraternidad social, la cobranza de tributos no era tan rígida e inflexible como ahora. Tenían compasión los cobradores y no era raro que condonasen gran parte de la deuda.

Ahora por muy rroubados e penorados e mal traguidos que estén los pobres contribuyentes, ya pueden pedir a los cobradores de contribuciones e impuestos de consumos que les rebajen algo sus cuotas. Imposible.

Vemos, pues, aquí también como el señorío eclesiástico del cual nos libraron las famosas Cortes de Cádiz, no era tan pesado para los hijos de La Guardia y como lejos de haber progresado con las libertades modernas, hemos retrocedido.

Que en aquella época había tiranos, como algunos señores de la Casa de Sotomayor. Es verdad, pero también había monarcas como los Reyes Católicos que imponían el peso de su justicia sobre los opresores, como en este mismo capítulo veremos, al tratar de las usurpaciones de D. Pedro Álvarez de Sotomayor, el Madruga.

D. Fernando Yánez de Sotomayor, que estuvo casado con doña Leonor de Mexía, falleció después de 1440 y fue sepultado en Santo Domingo de Pontevedra.

La conducta del hijo y sucesor de éste, D. Álvaro Paez de Sotomayor, fue en todo semejante a la de aquél, pues, cayendo en 1451 sobre Tuy, despojó, por la fuerza de las armas, al Obispo D. Luís Pimentel (1442-67) de su iglesia, ciudad y obispado, y de todos sus cotos y señoríos, tomando y disponiendo de todos los bienes y rentas como si fuesen suyas propias.

“Tenía en su poder la ciudad de Tuy, como la tenía su padre y de la renta del Obispo tomaba lo que quería”. Así se expresa Vasco da Ponte (López Ferreiro-Galicia. Página 66, 1.ª edición, cap. IV).

Entre los pueblos de que se apoderó, fue uno el nuestro de La Guardia, en cuya villa y jurisdicción no causó menores daños y atropellos que su antecesor D. Fernando.

Pero estas violencias y atentados a que el señor de Sotomayor se entregó en nuestra comarca, no eran sino parte de lo mucho que los plebeyos sufrían por este tiempo en todas las comarcas gallegas, más como eran ya insoportables los abusos que los señores feudales cometían con sus vasallos y eran indecibles los excesos que soportaban, surgió en las masas la idea de la federación social popular, como medio único de poner dique a tanta opresión y tantas violencias, constituyéndose con este objeto en toda Galicia las famosas Hermandades, Comunidades gallegas Hermandinos o Incendiarios del Alba que tanto dieron que hacer a los tiranos de aquella época, bajo cuyo dominio nuestra región estaba oprimida. Deus fratres que gallaici: era el lema de la bandera de los Hermandinos.

El primero contra quien se desencadenó la tormenta popular fue Álvaro Páez de Sotomayor, opresor de Tuy y La Guardia en los años de 1456 a 1468.[1]

Los Hermandinos gallegos en número de unos cinco mil hombres entre peonaje y caballeros, hallándose con ellos los hijos del Concejo de La Guardia, cercaron tan reciamente la ciudad de Tuy, dentro de cuyas murallas se defendía D. Álvaro Páez con sus huestes, ni en el trance de su muerte le dejaron en paz, por lo cual viéndose tan enérgicamente combatido y postrado en el lecho de muerte, mandó que se entregase la ciudad de Tuy y la villa de La Guardia con sus cotos y alfoz, a los Hermandinos que tan decididamente se habían alzado contra su tiranía y usurpaciones. Entre los combatientes debemos consignar que se hallaban también el mismo Obispo D. Luís de Pimentel, quien capitaneaba a mucha gente armada de a pie y de a caballo. Con él estaba también D. Jerónimo de Valladares, con sus huestes y vasallos de la casa de Valladares, señor de Sobroso y otros.

Hace referencia a este asedio contra D. Álvaro Páez Sotomayor, la cita de Sandoval mencionada por el P. Florez[2] hablando de la viña situada en la Manteigada, diciendo que cuando “veu sobre nuestra cidade noso señor D. Luís de Pimentel, Bispo de Tuy, poderosamente con as gentes de armas a pe e a cabalo, abrirá e destruirá esta viña, etc.”.

La Historia de Santiago corona y antigüedad de Iria”[3] escrita por el clérigo Rey Vázquez contemporáneo de aquellos sucesos, consigna las siguientes palabras relativa a este hecho de armas: “En este encomedio morreu Álvaro Páez de Sotomayor ena ciuda de Tuy, estaba cercado de Santa Irmandade serian fasta cinco mil homes dape e dacabalo, mandou, que entregasen a ciuda a irmandade, faleceu eno mes de marzo ano de mil e quto. Centos e sesenta e oito. Sucedeu en seu lugar seu hirmao P.º Alvares de Soutomayor”.

Si la cita de Sandoval mencionado en la referencia del P. Flores es exacta cronológicamente, es preciso señalar dos épocas en que los Hermandiños cayeron sobre Tuy para arrojar de allí a las huestes de Álvaro Páez de Sotomayor, el año de 1456 en que el Obispo D. Luísd Pimentel cayó con gentes de armas a pe e a cabalo, y el año de 1468, mes de marzo, en que acorralaron y vencieron de tal modo a aquel que, ni aún respetaron su estado de muerte y le obligaron a renunciar lo que tiranamente poseía.

Sea de esto lo que quiera, lo cierto es que el grito de independencia que entre los oprimidos plebeyos había vibrado enérgico, obtuvo el fruto deseado. Merced a él la ciudad de Tuy la villa y Concejo de La Guardia, los cotos de Tomiño, Goyán y Oya recuperaron su libertad perdida y, siquiera por algún tiempo, pudieron los obreros, marinos y agricultores de nuestro país dedicarse a sus honradas faenas, sin tener que obedecer los caprichos de los tiranos de Sotomayor. De nuestro Concejo desaparecieron por entonces los recaudadores de las gabelas y yantares y otras injustas servidumbres y levas de personas con que Álvaro Páez oprimiera nuestra tierra.

De la existencia de la HERMANDAD en La Guardia, tenemos una referencia en el acta de la pública asamblea popular celebrada en esta villa en 18 de abril de 1505, del que hablaremos en el artículo próximo, con motivo de las cuestiones sobre la pesca en el Miño. Allí figura un Antón de Loureza como Alcalde da Hirmandade da vila e Couto da Guarda. “Esta Hirmandade, hija y continuadora de las anteriores asociaciones populares de este nombre, fue organizada por los RR. Católicos en las cortes de Madrigal de 1474. Aprovechando los monarcas esta máquina popular y dándole nueva forma, la convirtieron en elemento de gobierno. La Hermandad se estableció legalmente en Galicia en 1480.

En el Pontificado de de D. Alonso López de Valladolid, sucedió en Orense un hecho ruidoso en que tomó parte un hijo de nuestra villa D. Gómez Correa, y de cuyas resultas murió. D. Luís Alonso Pimentel, Conde de Benavente, no satisfecho con poseer una parte de la tierra castellana, intentó hacerse dueño de alguna de las ciudades gallegas. La primera población a donde dirigió sus huestes fue a Orense, pero varios próceres gallegos y en especial el Conde de Lemos y los habitantes de aquella ciudad, dispusiéronse a la lucha. Allí acudió también D. Gómez Correa natural y vecino de La Guardia como emparentado con el Conde de Lemos.

Asociado a estas fuerzas el Obispo, salieron todos al encuentro del de Benavente, pero las fuerzas de éste, doblando en número a los defensores de la ciudad, hiciéronle replegar hasta la misma Iglesia Catedral, donde el de Benavente, sin reparar en el sacrilegio, dio la batalla. Pero el valor de los orensanos hizo retroceder a aquel.

Nuestro paisano D. Gómez Correa, señor de la Torre de La Guardia fue herido en el combate y dejó de existir a fines de 1471, después de larga enfermedad y de haber hecho testamento público.


Es este uno de los episodios que pinta el estado de insubordinación en que se hallaba Galicia a fines del siglo XV. Puede verse la relación de estos sucesos en Fernández Alonso “Los Obispos de Orense”, pág. 378.



[1] Sobre la organización, espíritu que le animaba y  y fines que perseguía la asociación de Hermandinos, V. A. López Ferreiro, cap. V, tomo I, 2.ª Edición de “Galicia en el último tercio del siglo XV”. Son páginas dignas de traer en la memoria las almas a quien debe interesar el movimiento social moderno.
[2] Vid. Catálogo sistemático de Villamil y Castro, n.º 353.
[3] N.º 105, pág. 227-1 XXII de la E. S.

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