USURPACIONES DE LA CASA DE
SOYOMAYOR
Infausta
es la memoria de algunos de los señores de la casa de Sotomayor en el
transcurso del siglo XV para gran parte de Galicia y en especial para la
diócesis de Tuy y para la comarca del antiguo Concejo de La Guardia.
Los
nombres de D. Fernán o Fernando Yánez, D. Álvaro Paes y D. Pedro Álvarez han
pasado a la historia envueltos entre los tristes recuerdos de las usurpaciones
y atropellos cometidos en su vida contra los pacíficos habitantes de aquellas
regiones. Sus huestes pasaron por los pueblos de la boca del Miño como un
huracán que no respetaba vidas ni haciendas.
De
Fernán Yánez de Sotomayor, señor de esta casa, dice Vasco da Ponte, que “era
muy caballero, tenía a su mando un ejército de 50 hombres a caballo y dos mil
de quinientos infantes de sus vasallos y vehetría”. Con sus fuerzas, además de
haber llegado triunfante hasta Orense, donde quemó las casas en que se defendía
su enemigo personal Pedro Díaz de Cadórniga, señor señor de la casa de este
nombre, después de haber pasado vencedor por las tierras del Conde de
Rivadavia, que era Adelantado de Galicia, llegó con sus mesnadas sobre Tuy que
seguidamente quedó bajo su mando, así como también la plaza de Bayona.
En
los años 1423 y 1424 cayó repetidas veces sobre la villa de La Guardia y las tierras de
su Concejo, aprovechándose de la vacante de don Juan Fernández de Sotomayor
cuya muerte había ocurrido el 13 de noviembre de 1923.
Llevado
D. Fernando Yánez de su genio soberbio y de su carácter ambicioso, no escuchaba
los clamores de los pobres e indefensos vecinos de nuestra comarca,
imponiéndoles gabelas insoportables, exigiéndoles el pago de la renta que
pertenecía al Prelado y Cabildo tudense, por la donación de D. Enrique II el de
las Mercedes, e imponiendo duros castigos o haciendo colgar de una picota a los
que se habían atrevido a protestar contra las violencias y usurpaciones. Si a
esto se agrega la leva forzosa que impuso a los hijos del país que estaban en
condición de tomar las armas, puede juzgarse cual quedaría nuestra comarca
durante larga temporada. Por esta razón en el año de 1425 en que el Prelado
tudense y su Cabildo nos pedían el pago de las rentas señoriales, nuestras
justicias, acudieron en súplica ante aquellos, exponiendo las tristes
circunstancias en que se hallaban y rogándoles tuviesen a bien de lle quitar alguna cousa do jantar, a
lo cual aquellos señores accedieron generosamente, rebajando, del tributo anual
la cantidad de cuatrocientos maravedís de blanca. Consta así en un acta del
libro de acuerdos capitulares
perteneciente al siglo XV escrita en gallego de aquella época, que era el
oficial de la región.
Lleva
este documento la fecha de 26 de enero de 1425 y dicen en catorce líneas de
letra cortesana:
“En outro dia XXVI de dito mes, seendo
juntos em cabidoo enna caustra da dita iglesia de tui Nicolao domínguez vigario
do dayam afonso Domínguez chantre, johan esteves, estevo Domínguez e johan sem
mais persoas e canonicos, por son de campana, e presente mim johan Rodríguez
notario de tui, esses ditas persoas e coongos, commo cabidoo, disseron que por
muitas veces foran requeridos por los pobladores da vila da guarda e de seu
termino, que eran e foram rroubados e penorados e mal traguidos así de omes de
ferrando anns de souto mayor commo doutras persoas e de Rendeiros de Rey. Et
por estes males que asi pasauam que, ontre as cousas que lle pediram, que fora
e era que tuvessem por bem de lle quitar alguna cousa do jantar que avian de
dar ao bispo e cabidoo. Et o dito vigario, sabendo que eram certos do que asi
disiam, avendo compasom com elles, disserom que lle quitavam do jantar, que asi
avian de dar ao dito señor bispo e a elles, quatrocentos maravedís branca em
tres diñeiros deste dito anno”.
Los
comentarios de orden social de esta condonación de renta saltan a la vista. En
nuestros días leemos a menudo la noticia de que los pueblos se rebelan contra
los cobradores de tributos, por no tener dinero con que pagar tantas cargas, y
no leemos menos veces la de que el fisco saca a la venta en pública subasta
fincas embargadas a los que no pueden satisfacer sus cuotas al Estado. Antaño,
en aquellos tiempos de fe y verdadera fraternidad social, la cobranza de
tributos no era tan rígida e inflexible como ahora. Tenían compasión los
cobradores y no era raro que condonasen gran parte de la deuda.
Ahora
por muy rroubados e penorados e mal
traguidos que estén los pobres contribuyentes, ya pueden pedir a los
cobradores de contribuciones e impuestos de consumos que les rebajen algo sus
cuotas. Imposible.
Vemos,
pues, aquí también como el señorío
eclesiástico del cual nos libraron las famosas Cortes de Cádiz, no era tan
pesado para los hijos de La
Guardia y como lejos de haber progresado con las libertades
modernas, hemos retrocedido.
Que
en aquella época había tiranos, como algunos señores de la Casa de Sotomayor. Es verdad,
pero también había monarcas como los Reyes Católicos que imponían el peso de su
justicia sobre los opresores, como en este mismo capítulo veremos, al tratar de
las usurpaciones de D. Pedro Álvarez de Sotomayor, el Madruga.
D.
Fernando Yánez de Sotomayor, que estuvo casado con doña Leonor de Mexía,
falleció después de 1440 y fue sepultado en Santo Domingo de Pontevedra.
La
conducta del hijo y sucesor de éste, D. Álvaro Paez de Sotomayor, fue en todo
semejante a la de aquél, pues, cayendo en 1451 sobre Tuy, despojó, por la
fuerza de las armas, al Obispo D. Luís Pimentel (1442-67) de su iglesia, ciudad
y obispado, y de todos sus cotos y señoríos, tomando y disponiendo de todos los
bienes y rentas como si fuesen suyas propias.
“Tenía
en su poder la ciudad de Tuy, como la tenía su padre y de la renta del Obispo
tomaba lo que quería”. Así se expresa Vasco da Ponte (López Ferreiro-Galicia.
Página 66, 1.ª edición, cap. IV).
Entre
los pueblos de que se apoderó, fue uno el nuestro de La Guardia , en cuya villa y
jurisdicción no causó menores daños y atropellos que su antecesor D. Fernando.
Pero
estas violencias y atentados a que el señor de Sotomayor se entregó en nuestra
comarca, no eran sino parte de lo mucho que los plebeyos sufrían por este
tiempo en todas las comarcas gallegas, más como eran ya insoportables los
abusos que los señores feudales cometían con sus vasallos y eran indecibles los
excesos que soportaban, surgió en las masas la idea de la federación social
popular, como medio único de poner dique a tanta opresión y tantas violencias,
constituyéndose con este objeto en toda Galicia las famosas Hermandades, Comunidades gallegas
Hermandinos o Incendiarios del Alba que tanto dieron que hacer a los
tiranos de aquella época, bajo cuyo dominio nuestra región estaba oprimida. Deus fratres que gallaici: era el lema
de la bandera de los Hermandinos.
El
primero contra quien se desencadenó la tormenta popular fue Álvaro Páez de
Sotomayor, opresor de Tuy y La
Guardia en los años de 1456 a 1468.[1]
Los
Hermandinos gallegos en número de unos cinco mil hombres entre peonaje y
caballeros, hallándose con ellos los hijos del Concejo de La Guardia , cercaron tan
reciamente la ciudad de Tuy, dentro de cuyas murallas se defendía D. Álvaro
Páez con sus huestes, ni en el trance de su muerte le dejaron en paz, por lo
cual viéndose tan enérgicamente combatido y postrado en el lecho de muerte,
mandó que se entregase la ciudad de Tuy y la villa de La Guardia con sus cotos y
alfoz, a los Hermandinos que tan decididamente se habían alzado contra su
tiranía y usurpaciones. Entre los combatientes debemos consignar que se
hallaban también el mismo Obispo D. Luís de Pimentel, quien capitaneaba a mucha
gente armada de a pie y de a caballo. Con él estaba también D. Jerónimo de
Valladares, con sus huestes y vasallos de la casa de Valladares, señor de
Sobroso y otros.
Hace
referencia a este asedio contra D. Álvaro Páez Sotomayor, la cita de Sandoval
mencionada por el P. Florez[2]
hablando de la viña situada en la
Manteigada ,
diciendo que cuando “veu sobre nuestra cidade noso señor D. Luís de Pimentel,
Bispo de Tuy, poderosamente con as gentes de armas a pe e a cabalo, abrirá e
destruirá esta viña, etc.”.
“La Historia de Santiago
corona y antigüedad de Iria”[3]
escrita por el clérigo Rey Vázquez contemporáneo de aquellos sucesos, consigna
las siguientes palabras relativa a este hecho de armas: “En este encomedio
morreu Álvaro Páez de Sotomayor ena ciuda de Tuy, estaba cercado de Santa
Irmandade serian fasta cinco mil homes dape e dacabalo, mandou, que entregasen
a ciuda a irmandade, faleceu eno mes de marzo ano de mil e quto. Centos e
sesenta e oito. Sucedeu en seu lugar seu hirmao P.º Alvares de Soutomayor”.
Si
la cita de Sandoval mencionado en la referencia del P. Flores es exacta
cronológicamente, es preciso señalar dos épocas en que los Hermandiños cayeron
sobre Tuy para arrojar de allí a las huestes de Álvaro Páez de Sotomayor, el
año de 1456 en que el Obispo D. Luísd Pimentel cayó con gentes de armas a pe e a cabalo, y el año de 1468, mes de marzo, en
que acorralaron y vencieron de tal modo a aquel que, ni aún respetaron su
estado de muerte y le obligaron a renunciar lo que tiranamente poseía.
De
la existencia de la
HERMANDAD en La
Guardia , tenemos una referencia en el acta de la pública
asamblea popular celebrada en esta villa en 18 de abril de 1505, del que
hablaremos en el artículo próximo, con motivo de las cuestiones sobre la pesca
en el Miño. Allí figura un Antón de Loureza como Alcalde da Hirmandade da vila e Couto da Guarda. “Esta Hirmandade, hija y continuadora de las
anteriores asociaciones populares de este nombre, fue organizada por los RR.
Católicos en las cortes de Madrigal de 1474. Aprovechando los monarcas esta
máquina popular y dándole nueva forma, la convirtieron en elemento de gobierno.
La Hermandad
se estableció legalmente en Galicia en 1480.
En
el Pontificado de de D. Alonso López de Valladolid, sucedió en Orense un hecho
ruidoso en que tomó parte un hijo de nuestra villa D. Gómez Correa, y de cuyas
resultas murió. D. Luís Alonso Pimentel, Conde de Benavente, no satisfecho con
poseer una parte de la tierra castellana, intentó hacerse dueño de alguna de
las ciudades gallegas. La primera población a donde dirigió sus huestes fue a
Orense, pero varios próceres gallegos y en especial el Conde de Lemos y los
habitantes de aquella ciudad, dispusiéronse a la lucha. Allí acudió también D.
Gómez Correa natural y vecino de La
Guardia como emparentado con el Conde de Lemos.
Asociado
a estas fuerzas el Obispo, salieron todos al encuentro del de Benavente, pero
las fuerzas de éste, doblando en número a los defensores de la ciudad,
hiciéronle replegar hasta la misma Iglesia Catedral, donde el de Benavente, sin
reparar en el sacrilegio, dio la batalla. Pero el valor de los orensanos hizo
retroceder a aquel.
Nuestro
paisano D. Gómez Correa, señor de la
Torre de La
Guardia fue herido en el combate y dejó de existir a fines de
1471, después de larga enfermedad y de haber hecho testamento público.
Es
este uno de los episodios que pinta el estado de insubordinación en que se
hallaba Galicia a fines del siglo XV. Puede verse la relación de estos sucesos
en Fernández Alonso “Los Obispos de Orense”, pág. 378.
[1] Sobre
la organización, espíritu que le animaba y
y fines que perseguía la asociación de Hermandinos, V. A. López
Ferreiro, cap. V, tomo I, 2.ª Edición de “Galicia en el último tercio del siglo
XV”. Son páginas dignas de traer en la memoria las almas a quien debe interesar
el movimiento social moderno.
[2] Vid.
Catálogo sistemático de Villamil y Castro, n.º 353.
[3] N.º
105, pág. 227-1 XXII de la E. S.
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