EMIGRANTE, TODO PASA...
Sube al
monte de Sta. Tecla, y desde aquellas atalayas ideales que son sus picos
“Facho”, o “San Francsco”, mira a nuestra tierra, y con los ojos de la
imaginación recuerda a las gentes, que sufrieron azares parecidos a los tuyos
desde la más remota edad de piedra, aquellos que usaron aquellos rudimentarios
útiles de cuarcita del Museo... acaso son anteriores a los transcendentales
descubrimientos del fuego y de la rueda, fueron los primeros en llegar a esta
hermosa comarca, con ellos comenzó la vida humana, contemplaron por vez primera
el mismo panorama que tú ves: los valles, el puerto, las montañas, la
desembocadura del río Miño, el mar... pasaron miles, acaso cientos de miles de
años llenos de misterios impenetrables, antes de llegar a los tiempos
históricos, de los que sabemos, que por tierra o por mar, en son de paz,
invasión o saqueo, continuaron llegando gentes de idiomas y razas distintas:
fenicios, griegos, cartagineses, romanos, suevos, árabes, normandos... fueron
nuestros antecesores en la emigración; pero un día por ese mar que ves, pasó y
fondeó en Bayona LA PINTA patroneada por Pinzón, y sabido el asombroso
descubrimiento, comenzó la emigración a
América, pausada y lenta cuando las leyes restrictivas la ordenaron, primero
desde Sevilla y por Cádiz más tarde, y allá iban a embarcar en largo y penoso
viaje, la mayoría de los guardeses, para dirigirse principalmente a México,
Cuba y Puerto Rico.
En tan
doloroso como necesario movimiento figuró el principal y más antiguo barrio del
pueblo la “Pescadería”, o “Ribeira”, hoy
más conocida por “Marina”, barrio en el que tienen su origen muchas familias de
la Villa y que
también nutrió ampliamente la aventura de la emigración. En 1954 me escribió
desde la ciudad de México el químico don Salvador Fernández del Castillo,
pidiendo información de sus antepasados, que habían emigrado a Méjico a fines
del siglo XVIII: información que proveí con datos del Archivo Parroquial. En su
carta de curiosas noticias de dos de esos emigrantes (con lejano parentesco con sus antepasados de la “Pescadería” García y Baz) y por apreciar en ello sabor
histórico de la emigración local transcribo a continuación y casi textualmente
lo más interesante.
Don. José Bernardo Baz.- Nació en La Guardia en 1773, pasó a
Nueva España (Méjico) a fines del siglo XVIII. Asociado con su hermano D. Diego
y con la ayuda de su sobrino Dn. José María (hijo de Francisco Antonio Baz)
hizo cuantiosa fortuna en las regiones de Guadalajara y Zapotlan (Jalisco);
posteriormente se estableció en la ciudad de México, emprendiendo brillantes
negocios con mercaderías de la “Nao de China”, es decir el barco que hacía el
comercio de Filipinas con la
Nueva España.
Durante la Guerra de la Independencia costeó
de su peculio el sostenimiento de un batallón del ejército realista, lo que le
valió el cargo de Coronel Honorario en el propio ejército.
Fue
Comendador de la Orden
de Caballeros de esta ciudad (México). En general fue persona muy distinguida y
estimada... “por la infinita misericordia de Dios se halló libre y suelto de
matrimonio...”, decía en su testamento en el año de su fallecimiento 1825. Dejó
$ 60.000 (Como 1.000.000 de nuestros actuales pesos mexicanos) a... los hijos
de primeras y segundas nupcias de su difunto hermano Francisco Antonio, que
asistiesen en el tiempo de su fallecimiento...” Hace referencia a sus fincas de
La Guardia ,
haciendo encargos especiales sobre ellas a Juan Francisco Fernández. Hace un
legado a su pariente Pedro Antonio Fernández y otro a Ramón Portela.
Don Diego Baz.- (Tatarabuelo de Dn.
Salvador Fernández). Nació en La
Guardia el año 1780 y hacia finales del siglo marchó a Nueva
España. Al ocupar Guadalajara el ejército insurgente a las órdenes del Cura
Hidalgo, fue aprehendido con otros prominentes españoles. Los prisioneros, casi
en su totalidad fueron degollados, salvándose milagrosamente unos cuantos, entre
los que se encontraba Dn. Diego. Atribuyó su salvación a San José, y en su
testamento hizo considerables legados, para la construcción de capillas a este
santo en la iglesia de Zapotlan y en la de Santa Vera Cruz de México. Todos sus
hijos llevaron como primer nombre el de José.
Casó con
Dña. Concepción Palafox (quien según tradición, que no he podido confirmar, ni
rechazar, era del mismo linaje del Duque de Zaragoza). El matrimonio dejó nueve
hijos, de los cuales seis fueron varones, y de ellos descienden todos los Baz
que existen en este país. Ha habido naturalmente las más diversas actividades:
Gobernadores, Canónigos, Rectores, Senadores, Profesionistas, Financieros...
etc.”
A través
de las luchas, riesgos y sufrimientos de las vidas de estos guardeses, se
transparenta la religiosidad, la hombría de bien, la generosidad... nobles
prendas, que algunas veces fallan, ante el “hacer dinero” pronto y como sea,
sin importar lo peor: robo, juramento falso, o litigio injusto... ni tampoco la
mentira, ni la calumnia, para justificar leves dentelladas a manos
bienhechoras. Y para estos pocos, que en la emigración perdieron su bagaje de
honradez, que santa Tecla desde su cumbre sagrada, les recuerde la frase del
Apóstol que la convirtió. “No os engañeis: de Dios nadie se burla. Lo que el
hombre sembrare, eso cosechará”.
Julián López Ríos
Publicado no libro das Festas do Monte de 1957
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