lunes, 15 de septiembre de 2014

(A GUARDA) "EMIGRANTE, TODO PASA..." de Julián López Rios, libro Festas do Monte, 1957

EMIGRANTE, TODO PASA...

            Sube al monte de Sta. Tecla, y desde aquellas atalayas ideales que son sus picos “Facho”, o “San Francsco”, mira a nuestra tierra, y con los ojos de la imaginación recuerda a las gentes, que sufrieron azares parecidos a los tuyos desde la más remota edad de piedra, aquellos que usaron aquellos rudimentarios útiles de cuarcita del Museo... acaso son anteriores a los transcendentales descubrimientos del fuego y de la rueda, fueron los primeros en llegar a esta hermosa comarca, con ellos comenzó la vida humana, contemplaron por vez primera el mismo panorama que tú ves: los valles, el puerto, las montañas, la desembocadura del río Miño, el mar... pasaron miles, acaso cientos de miles de años llenos de misterios impenetrables, antes de llegar a los tiempos históricos, de los que sabemos, que por tierra o por mar, en son de paz, invasión o saqueo, continuaron llegando gentes de idiomas y razas distintas: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, suevos, árabes, normandos... fueron nuestros antecesores en la emigración; pero un día por ese mar que ves, pasó y fondeó en Bayona LA PINTA  patroneada por Pinzón, y sabido el asombroso descubrimiento,  comenzó la emigración a América, pausada y lenta cuando las leyes restrictivas la ordenaron, primero desde Sevilla y por Cádiz más tarde, y allá iban a embarcar en largo y penoso viaje, la mayoría de los guardeses, para dirigirse principalmente a México, Cuba y Puerto Rico.

            En tan doloroso como necesario movimiento figuró el principal y más antiguo barrio del pueblo la “Pescadería”,  o “Ribeira”, hoy más conocida por “Marina”, barrio en el que tienen su origen muchas familias de la Villa y que también nutrió ampliamente la aventura de la emigración. En 1954 me escribió desde la ciudad de México el químico don Salvador Fernández del Castillo, pidiendo información de sus antepasados, que habían emigrado a Méjico a fines del siglo XVIII: información que proveí con datos del Archivo Parroquial. En su carta de curiosas noticias de dos de esos emigrantes (con lejano parentesco con sus antepasados de la “Pescadería” García y Baz) y por apreciar en ello sabor histórico de la emigración local transcribo a continuación y casi textualmente lo más interesante.

            Don. José Bernardo Baz.- Nació en La Guardia en 1773, pasó a Nueva España (Méjico) a fines del siglo XVIII. Asociado con su hermano D. Diego y con la ayuda de su sobrino Dn. José María (hijo de Francisco Antonio Baz) hizo cuantiosa fortuna en las regiones de Guadalajara y Zapotlan (Jalisco); posteriormente se estableció en la ciudad de México, emprendiendo brillantes negocios con mercaderías de la “Nao de China”, es decir el barco que hacía el comercio de Filipinas con la Nueva España.


            Durante la Guerra de la Independencia costeó de su peculio el sostenimiento de un batallón del ejército realista, lo que le valió el cargo de Coronel Honorario en el propio ejército.

            Fue Comendador de la Orden de Caballeros de esta ciudad (México). En general fue persona muy distinguida y estimada... “por la infinita misericordia de Dios se halló libre y suelto de matrimonio...”, decía en su testamento en el año de su fallecimiento 1825. Dejó $ 60.000 (Como 1.000.000 de nuestros actuales pesos mexicanos) a... los hijos de primeras y segundas nupcias de su difunto hermano Francisco Antonio, que asistiesen en el tiempo de su fallecimiento...” Hace referencia a sus fincas de La Guardia, haciendo encargos especiales sobre ellas a Juan Francisco Fernández. Hace un legado a su pariente Pedro Antonio Fernández y otro a Ramón Portela.

            Don Diego Baz.- (Tatarabuelo de Dn. Salvador Fernández). Nació en La Guardia el año 1780 y hacia finales del siglo marchó a Nueva España. Al ocupar Guadalajara el ejército insurgente a las órdenes del Cura Hidalgo, fue aprehendido con otros prominentes españoles. Los prisioneros, casi en su totalidad fueron degollados, salvándose milagrosamente unos cuantos, entre los que se encontraba Dn. Diego. Atribuyó su salvación a San José, y en su testamento hizo considerables legados, para la construcción de capillas a este santo en la iglesia de Zapotlan y en la de Santa Vera Cruz de México. Todos sus hijos llevaron como primer nombre el de José.

            Casó con Dña. Concepción Palafox (quien según tradición, que no he podido confirmar, ni rechazar, era del mismo linaje del Duque de Zaragoza). El matrimonio dejó nueve hijos, de los cuales seis fueron varones, y de ellos descienden todos los Baz que existen en este país. Ha habido naturalmente las más diversas actividades: Gobernadores, Canónigos, Rectores, Senadores, Profesionistas, Financieros... etc.”

            A través de las luchas, riesgos y sufrimientos de las vidas de estos guardeses, se transparenta la religiosidad, la hombría de bien, la generosidad... nobles prendas, que algunas veces fallan, ante el “hacer dinero” pronto y como sea, sin importar lo peor: robo, juramento falso, o litigio injusto... ni tampoco la mentira, ni la calumnia, para justificar leves dentelladas a manos bienhechoras. Y para estos pocos, que en la emigración perdieron su bagaje de honradez, que santa Tecla desde su cumbre sagrada, les recuerde la frase del Apóstol que la convirtió. “No os engañeis: de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará”.


                                                                                              Julián López Ríos
Publicado no libro das Festas do Monte de 1957

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