DIARIO DE LA
MARINA
LA HABANA - CUBA
(21
DE Abril de 1927 – Año XCV)
LECCIONES DE
COSAS
LA
“CITANIA” CELTICA DE SANTA TECLA
Hay en Galicia un archivo prehistórico de
extraordinaria importancia y riqueza, en que aguardan estudio e investigación
científica numerosos elementos reveladores de una civilización paleolítica
sumamente adelantada, que rivaliza con las mejor estudiadas de otras regiones
españolas y de todo el Occidente europeo, cuna y emporio de una cultura
autóctona, totalmente distinta de las formadas en Asia y en el Levante de
Europa. El archivo o estación arqueológica a que me refiero es el famoso monte
de santa tecla, cuyo tesoro-la hermosa “citania” descubierta hace quince años-
es motivo de pasmo y envidia para arqueólogos y turistas.
Los estudios prehistóricos, iniciados en España
a mediados del siglo XIX, han cobrado en estos últimos tiempos inusitada
actividad, gracias no solo a los esfuerzos de personalidades protectoras de tan
costosas investigaciones como el Marqués de Cerralbo y el Duque de Alba, y a
los desvelos y sacrificios de investigadores de la talla y valer de Vilanova y
Piera, Cazurro, Hernández Pacheco, Alcalde del Río y el ilustre profesor bávaro
Obermaier, de hace bastantes años captado para beneficio de la cultura
española, sino también por la intervención diligente y sabia de instituciones
oficiales que han organizado servicios regulares de excavaciones y recabado la
protección del Estado para defender contra la rapiña, la ignorancia y la
inconsciencia inculta el portentoso caudal prehistórico que guarda España en lo
más escondido de sus maternales entrañas. Entre estas instituciones citaré tan
solo la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, la Comisión de
Investigaciones Paleontológicas, el Centro de Estudios Históricos y el Servicio
de Estudios Geológicos y Prehistóricos del Ayuntamiento de Madrid, así como el
Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación de Barcelona y las
omisiones de Estudios y Excavaciones patrocinadas por las Diputaciones
Vascongadas y por la de Navarra.
Las excavaciones realizadas por los ingenieros
belgas Enrique y Luís Siret, en el Sureste de España en los años 1886 y 1887,
que dieron por resultado el descubrimiento de sendas civilizaciones primitivas
de la piedra y de los metales, iniciaron el nuevo período de investigaciones
prehistóricas, en que va destacándose, con rasgos más acentuados cada vez, el
perfil de una civilización hispánica contemporánea de las edades de la Piedra y
del Bronce, con sus variedades regionales y comarcales, mostradas en necrópolis
y “citanias”, en abrigos rupestres y depósitos aluviales de utensilios y
herramientas, reveladoras, por el arte con que fueron labradas, de una cultura
intensa, que ha irradiado en amplísimo perímetro por gran parte de la Europa Occidental.
Durante la edad cuaternaria-dice el sabio
catedrático de la Universidad de Barcelona, P. Bosch Gimpera- los cazadores
seminómadas que poblaron a España, crearon el primer arte pictórico importante
que la humanidad ha conocido, y nuestras cuevas cantábricas, lo mismo que los
abrigos rupestres de las regiones levantinas, desde Andalucía a Cataluña, están
llenos de frescos con figuras de animales, escenas de caza, de guerra y de
magia, de un realismo sorprendente y una policromía maravillosa en el Norte, y
de un sentido extraordinario de la expresión y del movimiento en Levante. Los
estudios espeleológicos, que tanta importancia revisten en otras regiones
españolas, sobre todo en la Montaña, cuya maravillosa Cueva de Altamira es la
verdadera Universidad de la ciencia prehistórica, carecen en Galicia de toda
transcendencia por la falta de campo de investigación. En cambio el estudio de
la cultura llamada “hallstatica” o de la edad de hierro, con sus elementos
característicos constituidos por estelas con inscripciones y dibujos, abundante
cerámica, utensilios y armas de bronce y de hierro, insculturas y monumentos
megalíticos, tiene en Galicia un vastísimo taller, del cual, la estación
arqueológica de Santa Tecla es el más completo y admirable exponente. Y lo más
hermoso de esto es que la obra de Santa Tecla tiene un carácter
fundamentalmente colectivo, de solidaridad sentimental y alta cultura de todo
un pueblo, enamorado de sus glorias pretéritas, que ha realizado, con el ardor
y entusiasmo de solo un hombre, el hallazgo, la conservación y mejora
progresiva de la “citania” prehistórica de Santa Tecla. Este pueblo cuyo nombre
debe estamparse con letras de oro en el registro de las investigaciones
arqueológicas, es La Guardia, la villa templaria que señorea la embocadura del
Miño, enriquecida y hermoseada por el trabajo inteligente de la emigración
trasatlántica.
El hallazgo de la estación prehistórica de Santa
Tecla se debe originariamente a los esfuerzos del famoso “Nun Alvares”, fundado
en recuerdo de un héroe de la independencia portuguesa. Órgano de publicidad de
los trabajos del Instituto es la revista lusobrasileña “Broteria”, dedicada
principalmente a investigaciones científicas e históricas en la región del Miño
inferior, estudiada en todos sus aspectos. Pero ya antes existía una tradición
antiquísima que afirmaba la existencia de una población a la que se atribuía
origen céltico, en el monte de Santa Tecla, aureolado de un prestigio religioso
y legendario profundamente arraigado en todo el país.
Hasta el año 1914 no comenzaron las
excavaciones, pero una vez iniciadas, lo sorprendente y magnífico del resultado
obtenido, dio alientos a todos para no interrumpirlas ni un solo instante hasta
llegar al descubrimiento de la hermosa “citania”, semejante a las de Briteiros
y Sobroso, en Portugal, cuya contemplación causa asombro a cuantos tienen el
gusto y la fortuna de visitarla. Los cultos y decididos vecinos de La
Guardia-dice un entusiasta y verídico cronista-, enamorados de la cumbre
familiar que ennoblece el horizonte de su hermosa tierra, formaron una sociedad
“Pro-Monte”, que en pocos años realizó una labor valiosísima y desinteresada:
desenterró la “citania”, construyó una magnífica carretera hasta la cima del
monte, plantó miles de árboles en las laderas y en las cumbres antes desoladas,
reunió y clasificó en buenos locales los objetos descubiertos y se preocupó de
la comodidad y regalo del visitante. La labor científica habría sido imposible
sin el profundo e inteligente patriotismo y la elevación de espíritu de los
guardeses. Gracias a ellos es hoy Santa Tecla una estación indispensable para
el arqueólogo y el turista, un museo vivo prehistórico de fama mundial.
¿Y sabéis quienes son los beneméritos miembros
del Instituto “Nun Alvares”, a quienes se debe la iniciativa y la dirección de
los trabajos de investigación de la “citania” de Santa Tecla? Pues un pequeño
grupo de jesuitas expulsados de Portugal, que ocupan hoy el célebre colegio de
la Compañía en Camposancos, donde se educó una gran parte de la juventud
gallega. Allí, sobre la soberbia embocadura del Miño, frente al espléndido
panorama diáfano y azul del mar, al pie del cono inmenso y compacto del “Facho”
altivo y solitario, un puñado de religiosos expulsados de su país por
anacrónicas pendencias sectarias, realizan en silencio una obra de
reconstrucción histórica que, cuando se celebre el próximo Congreso
Internacional de Arqueología y Antropología Prehistóricas, dará ocasión a que
Galicia pueda enorgullecerse de ser una de las regiones más merecedoras de la
atención del sabio y del turista por poseer esa maravilla histórica y natural,
ese prodigio del arte primitivo, enjoyado por las maravillas de la Naturaleza,
que se llama “Santa Tecla”.
José G. ACUÑA.
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