martes, 28 de enero de 2014

LA “CITANIA” CELTICA DE SANTA TECLA

DIARIO DE LA MARINA
LA HABANA - CUBA
(21 DE Abril de 1927 – Año XCV)
LECCIONES DE COSAS
LA “CITANIA” CELTICA DE SANTA TECLA
Hay en Galicia un archivo prehistórico de extraordinaria importancia y riqueza, en que aguardan estudio e investigación científica numerosos elementos reveladores de una civilización paleolítica sumamente adelantada, que rivaliza con las mejor estudiadas de otras regiones españolas y de todo el Occidente europeo, cuna y emporio de una cultura autóctona, totalmente distinta de las formadas en Asia y en el Levante de Europa. El archivo o estación arqueológica a que me refiero es el famoso monte de santa tecla, cuyo tesoro-la hermosa “citania” descubierta hace quince años- es motivo de pasmo y envidia para arqueólogos y turistas.
Los estudios prehistóricos, iniciados en España a mediados del siglo XIX, han cobrado en estos últimos tiempos inusitada actividad, gracias no solo a los esfuerzos de personalidades protectoras de tan costosas investigaciones como el Marqués de Cerralbo y el Duque de Alba, y a los desvelos y sacrificios de investigadores de la talla y valer de Vilanova y Piera, Cazurro, Hernández Pacheco, Alcalde del Río y el ilustre profesor bávaro Obermaier, de hace bastantes años captado para beneficio de la cultura española, sino también por la intervención diligente y sabia de instituciones oficiales que han organizado servicios regulares de excavaciones y recabado la protección del Estado para defender contra la rapiña, la ignorancia y la inconsciencia inculta el portentoso caudal prehistórico que guarda España en lo más escondido de sus maternales entrañas. Entre estas instituciones citaré tan solo la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, la Comisión de Investigaciones Paleontológicas, el Centro de Estudios Históricos y el Servicio de Estudios Geológicos y Prehistóricos del Ayuntamiento de Madrid, así como el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación de Barcelona y las omisiones de Estudios y Excavaciones patrocinadas por las Diputaciones Vascongadas y por la de Navarra.
Las excavaciones realizadas por los ingenieros belgas Enrique y Luís Siret, en el Sureste de España en los años 1886 y 1887, que dieron por resultado el descubrimiento de sendas civilizaciones primitivas de la piedra y de los metales, iniciaron el nuevo período de investigaciones prehistóricas, en que va destacándose, con rasgos más acentuados cada vez, el perfil de una civilización hispánica contemporánea de las edades de la Piedra y del Bronce, con sus variedades regionales y comarcales, mostradas en necrópolis y “citanias”, en abrigos rupestres y depósitos aluviales de utensilios y herramientas, reveladoras, por el arte con que fueron labradas, de una cultura intensa, que ha irradiado en amplísimo perímetro por gran parte de la Europa Occidental.
Durante la edad cuaternaria-dice el sabio catedrático de la Universidad de Barcelona, P. Bosch Gimpera- los cazadores seminómadas que poblaron a España, crearon el primer arte pictórico importante que la humanidad ha conocido, y nuestras cuevas cantábricas, lo mismo que los abrigos rupestres de las regiones levantinas, desde Andalucía a Cataluña, están llenos de frescos con figuras de animales, escenas de caza, de guerra y de magia, de un realismo sorprendente y una policromía maravillosa en el Norte, y de un sentido extraordinario de la expresión y del movimiento en Levante. Los estudios espeleológicos, que tanta importancia revisten en otras regiones españolas, sobre todo en la Montaña, cuya maravillosa Cueva de Altamira es la verdadera Universidad de la ciencia prehistórica, carecen en Galicia de toda transcendencia por la falta de campo de investigación. En cambio el estudio de la cultura llamada “hallstatica” o de la edad de hierro, con sus elementos característicos constituidos por estelas con inscripciones y dibujos, abundante cerámica, utensilios y armas de bronce y de hierro, insculturas y monumentos megalíticos, tiene en Galicia un vastísimo taller, del cual, la estación arqueológica de Santa Tecla es el más completo y admirable exponente. Y lo más hermoso de esto es que la obra de Santa Tecla tiene un carácter fundamentalmente colectivo, de solidaridad sentimental y alta cultura de todo un pueblo, enamorado de sus glorias pretéritas, que ha realizado, con el ardor y entusiasmo de solo un hombre, el hallazgo, la conservación y mejora progresiva de la “citania” prehistórica de Santa Tecla. Este pueblo cuyo nombre debe estamparse con letras de oro en el registro de las investigaciones arqueológicas, es La Guardia, la villa templaria que señorea la embocadura del Miño, enriquecida y hermoseada por el trabajo inteligente de la emigración trasatlántica.
El hallazgo de la estación prehistórica de Santa Tecla se debe originariamente a los esfuerzos del famoso “Nun Alvares”, fundado en recuerdo de un héroe de la independencia portuguesa. Órgano de publicidad de los trabajos del Instituto es la revista lusobrasileña “Broteria”, dedicada principalmente a investigaciones científicas e históricas en la región del Miño inferior, estudiada en todos sus aspectos. Pero ya antes existía una tradición antiquísima que afirmaba la existencia de una población a la que se atribuía origen céltico, en el monte de Santa Tecla, aureolado de un prestigio religioso y legendario profundamente arraigado en todo el país.
Hasta el año 1914 no comenzaron las excavaciones, pero una vez iniciadas, lo sorprendente y magnífico del resultado obtenido, dio alientos a todos para no interrumpirlas ni un solo instante hasta llegar al descubrimiento de la hermosa “citania”, semejante a las de Briteiros y Sobroso, en Portugal, cuya contemplación causa asombro a cuantos tienen el gusto y la fortuna de visitarla. Los cultos y decididos vecinos de La Guardia-dice un entusiasta y verídico cronista-, enamorados de la cumbre familiar que ennoblece el horizonte de su hermosa tierra, formaron una sociedad “Pro-Monte”, que en pocos años realizó una labor valiosísima y desinteresada: desenterró la “citania”, construyó una magnífica carretera hasta la cima del monte, plantó miles de árboles en las laderas y en las cumbres antes desoladas, reunió y clasificó en buenos locales los objetos descubiertos y se preocupó de la comodidad y regalo del visitante. La labor científica habría sido imposible sin el profundo e inteligente patriotismo y la elevación de espíritu de los guardeses. Gracias a ellos es hoy Santa Tecla una estación indispensable para el arqueólogo y el turista, un museo vivo prehistórico de fama mundial.
¿Y sabéis quienes son los beneméritos miembros del Instituto “Nun Alvares”, a quienes se debe la iniciativa y la dirección de los trabajos de investigación de la “citania” de Santa Tecla? Pues un pequeño grupo de jesuitas expulsados de Portugal, que ocupan hoy el célebre colegio de la Compañía en Camposancos, donde se educó una gran parte de la juventud gallega. Allí, sobre la soberbia embocadura del Miño, frente al espléndido panorama diáfano y azul del mar, al pie del cono inmenso y compacto del “Facho” altivo y solitario, un puñado de religiosos expulsados de su país por anacrónicas pendencias sectarias, realizan en silencio una obra de reconstrucción histórica que, cuando se celebre el próximo Congreso Internacional de Arqueología y Antropología Prehistóricas, dará ocasión a que Galicia pueda enorgullecerse de ser una de las regiones más merecedoras de la atención del sabio y del turista por poseer esa maravilla histórica y natural, ese prodigio del arte primitivo, enjoyado por las maravillas de la Naturaleza, que se llama “Santa Tecla”.

                                                                                              José G. ACUÑA.

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