(La
Voz del Tecla, 11 Septiembre 1911)
Cuenta la tradición oral guardesa que á mediados
del siglo XVIII los habitantes de la villa de La Guardia, con el asombro que es
de suponer, vieron como el mar se retiraba hasta dejar en seco el Baloeiro
grande y el Baloeiro pequeño, y
que al instante esa gran masa de agua que se había retirado vuelve sobre la
costa con tal fuerza y empuje que rebasa los límites naturales que hasta
entonces la habían contenido, inunda la plazuela de Chan de Conde y todo el
barrio bajo de la Marina, y llega á los primeros peldaños de las Escaleras del
Convento. Y añade la tradición que al retornar el mar á su normal y primitiva
posición se encontraron algunos peces en la fuente de la Ribera.
Este relato tal vez merezca un gesto de duda en
algún escéptico, de esos que no quieren creer más de lo que está al alcance de
su vista, teniéndolo como pura leyenda forjada por la imaginación popular.
Hemos de decir que los que así discurren
desconocen el valor histórico de la tradición, sobre todo cuando se sujeta,
como la de que tratamos, á las condiciones exigidas por los métodos de
investigación, y cuando, por otra parte, no se opone á ninguna ley ó principio
científico. Sin la tradición algunos pasajes históricos quedarían incompletos y
aun otros enteramente olvidados.
La retirada y avance del mar, que atónitos
presenciaron los habitantes de la que entonces se llamaba villa de la Guardia,
impresionó tan vivamente la imaginación del pueblo, ya por lo extraordinario é
insólito del fenómeno, ya por las pérdidas que sin duda alguna debió de sufrir
el barrio de la Marina, que la relación de tan infausto suceso fué transmitido
de generación en generación, de padres á hijos llegando á nosotros tal cual
queda expuesto.
Todo esto que nos cuenta la tradición no fue más
que un lejano efecto del terremoto que el 1.º de Noviembre de 1755 destruyó á
Lisboa casi por completo, en el cual perecieron más de 30.000 almas; porque
cuando los terremotos por su proximidad al mar se propagan al través de un
medio líquido, ó sea del Océano en el caso presente, las ondulaciones sísmicas
se trasmiten á muy grande distancia, favorecidas por la movilidad misma del
agua.
En estos casos el fenómeno geológico empieza por
retirarse el mar dejando al descubierto una gran extensión de costa, y al poco
rato vuelve el mar en forma de gigantesca ola, que alcanza á veces de 20 á 30 metros de altura, y
que al precipitarse sobre la costa, que inunda súbitamente, destruye todo
cuanto á su paso encuentra. Esta ola que se llama de traslación fué la que ocasionó más víctimas en el terremoto de
Lisboa, pues pasó 15
metros sobre el nivel ordinario de las grandes mareas,
inundando con inusitada rapidez los barrios bajos de esta hermosa ciudad.
Nada tiene de particular, dada nuestra relativa
proximidad á la capital portuguesa, que aquí en La Guardia se hubiese sentido
con tanta intensidad los efectos del terremoto; pues esa ola de traslación ha
dejado sentir sus efectos, no solo aquí, sino en todo el litoral de Inglaterra,
Noruega y hasta en las resguardadas costas de Dinamarca.
Además por la gran altura con que esa ola de
traslación se manifestó en La Guardia, cabe conjeturar que el Terrado, calle de
los Malteses y, en general, todo el barrio bajo de la Marina debió quedar por unos
instantes cubierto por las aguas del Océano.
Convendría que plumas más autorizadas y
competentes que la nuestra, y con nuevos datos á la vista, completasen este
relato histórico, de suyo interesante, que nosotros no hacemos más que
bosquejar.
JULIO DE CASTRO
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